En la Edad Media, la promesa del paraíso celestial justificaba el sufrimiento de los pobres. Hoy, la meritocracia ofrece una nueva ilusión: el éxito a través del esfuerzo individual. Sin embargo, esta narrativa oculta las desigualdades estructurales y perpetúa la subordinación de las clases populares, especialmente entre los seguidores de la ultraderecha libertaria en Argentina. Hoy, como en la Edad Media, el sufrimiento y la promesa de un futuro mejor como método de control social.
Walter Onorato // Domingo 12 de enero de 2025 | 14:08
(Por Walter Onorato) La historia de la humanidad está plagada de mecanismos ideológicos que buscan justificar y perpetuar las desigualdades sociales. En la Edad Media, la Iglesia Católica ofrecía a los pobres la promesa de un paraíso celestial como recompensa por su sufrimiento terrenal. Esta narrativa servía para mantener el statu quo, desalentando cualquier intento de subversión al orden establecido.
En la actualidad, la ideología de la meritocracia ha emergido como una nueva forma de control social. Esta doctrina sostiene que el éxito y la movilidad social dependen exclusivamente del talento y el esfuerzo individual. Sin embargo, esta visión simplista ignora las profundas desigualdades estructurales que condicionan las oportunidades de las personas desde su nacimiento.
En Argentina, esta narrativa ha sido adoptada con fervor por sectores de la ultraderecha libertaria, encabezados por figuras como Javier Milei. Milei, economista y político, ha defendido públicamente la meritocracia como un valor fundamental, afirmando que "el que está en contra del mérito es menos que un animal" . Este discurso ha calado hondo en sectores populares que, paradójicamente, son los más perjudicados por las políticas que promueven estas ideas.
La promesa meritocrática ofrece una ilusión de movilidad social que rara vez se materializa. Según un estudio publicado en *Infobae*, la falta de meritocracia en Argentina no significa que el ideal sea perverso, pero su implementación en un contexto de desigualdad estructural resulta en una falacia . La realidad es que las condiciones socioeconómicas de partida, el acceso desigual a la educación de calidad y las redes de contactos influyen de manera determinante en las posibilidades de éxito.
La crítica a la meritocracia no es nueva. El filósofo Michael Sandel argumenta que la meritocracia puede conducir a una "tiranía", donde los exitosos atribuyen su éxito únicamente a su propio mérito, menospreciando a quienes no han alcanzado las mismas metas . Esta visión no solo es moralmente cuestionable, sino que también perpetúa la desigualdad al justificar la falta de políticas públicas que promuevan una verdadera igualdad de oportunidades.
En este contexto, resulta paradójico que sectores populares apoyen a líderes que promueven políticas que, en última instancia, perpetúan su propia subordinación. La promesa de la meritocracia actúa aquí como el "opio del pueblo" contemporáneo, ofreciendo una esperanza ilusoria que desvía la atención de las verdaderas causas de la desigualdad.
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La narrativa meritocrática también ha sido utilizada para justificar recortes en políticas sociales y educativas. El argumento es que, en una sociedad meritocrática, cada individuo debe valerse por sí mismo, sin depender de la asistencia estatal. Sin embargo, esta visión ignora las barreras estructurales que enfrentan las personas en situación de vulnerabilidad. Como señala algunos, la meritocracia funciona como una cortina de humo para justificar la pobreza y la desigualdad .
La comparación con la Edad Media no es casual. Al igual que la promesa del paraíso celestial servía para mantener a las masas en un estado de sumisión, la ideología de la meritocracia contemporánea perpetúa la aceptación de un sistema profundamente desigual. Los seguidores de la ultraderecha libertaria, muchos de ellos provenientes de sectores populares, se convierten así en herederos de aquellos pobres medievales, aferrados a una promesa que difícilmente se cumplirá.
Es fundamental cuestionar estas narrativas y promover una comprensión más profunda de las causas de la desigualdad. La movilidad social no puede depender únicamente del esfuerzo individual en un contexto de desigualdad estructural. Se requieren políticas públicas que garanticen una verdadera igualdad de oportunidades, reconociendo las barreras sistémicas que enfrentan las personas en situación de vulnerabilidad.
Para finalizar, digamos que la ideología de la meritocracia, al igual que la promesa del paraíso celestial en la Edad Media, sirve para perpetuar la subordinación de las clases populares. Es necesario desenmascarar estas narrativas y trabajar hacia una sociedad más justa e igualitaria, donde el éxito no dependa únicamente del punto de partida de cada individuo.
???? #Malvinas: Un avión militar británico voló peligrosamente cerca de rutas comerciales argentinas. Mientras tanto, el gobierno de Javier Milei guarda silencio ante la militarización del Atlántico Sur. ¿Hasta cuándo el abandono de nuestra soberanía? ????https://t.co/LYAtyuDcCG pic.twitter.com/CX3yzZemqR
— En Orsai (@EnOrsai) January 16, 2025