ESPEJISMO

Pronostican un crecimiento del PBI para 2025 pero aumentará la desigualdad y la clase media será la más perjudicada

Con un crecimiento proyectado del 4,3% en 2025, el país se posiciona como líder regional, pero el ingreso de una familia rica sigue siendo 14 veces superior al de una de escasos recursos. De esta manera el gobierno de Javier Milei celebra cifras optimistas de crecimiento económico, ignorando que la distribución de la riqueza sigue anclada en una brecha abismal. Mientras los sectores más vulnerables no mejoran, los ingresos medios se deterioran y los ricos consolidan su ventaja.

Pronostican un crecimiento del PBI para 2025 pero aumentará la desigualdad y la clase media será la más perjudicada

Walter Onorato // Sábado 11 de enero de 2025 | 09:13

(Por Walter Onorato) Argentina cerrará 2025 con un crecimiento proyectado del 4,3% en su Producto Bruto Interno (PBI), según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Este dato coloca al país como el líder en América Latina, muy por encima del promedio regional del 2,4% y de gigantes como Brasil (2,3%) o Colombia (2,6%). Sin embargo, la euforia de estos números contrasta con una realidad que sigue golpeando a millones de argentinos: la desigualdad estructural que, bajo la administración de Javier Milei, no ha mostrado avances sustanciales.

El coeficiente de Gini, el índice que mide la distribución de la riqueza, se mantuvo en 0,435 durante el tercer trimestre de 2024, sin cambios significativos respecto al mismo período del año anterior (0,434). Esta cifra revela que mientras algunos disfrutan de los beneficios de la expansión económica, las oportunidades para la mayoría siguen siendo una promesa vacía.

La brecha es brutal: una familia del decil más rico (10) percibe ingresos 14 veces superiores a los de una familia en el decil más pobre (1). Peor aún, mientras los sectores más vulnerables y los más acaudalados registraron ligeras mejoras en sus ingresos, la clase media, que abarca del cuarto al octavo decil, sufrió una pérdida en su poder adquisitivo. La base económica sobre la que se sostiene cualquier sociedad igualitaria está siendo erosionada sistemáticamente.

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Recordemos que la OCDE se encuentra conformada por 34 países miembros: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Chile, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Corea del Sur, Luxemburgo, Méjico, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, Portugal, República Eslovaca, Eslovenia, España, Suecia, Suiza, Turquía, Reino Unido y EEUU.

 

El espejismo del crecimiento: Promesas incumplidas y exclusión estructural

El gobierno de Javier Milei ha intentado presentar las cifras de crecimiento económico como una prueba irrefutable del éxito de su gestión. Sin embargo, detrás de los titulares optimistas y los anuncios grandilocuentes, se esconde una realidad mucho más compleja y dolorosa: este crecimiento no solo es excluyente, sino que perpetúa las desigualdades estructurales de Argentina. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) revelan que, aunque la economía muestra un repunte, los beneficios de este crecimiento se concentran en una pequeña élite, mientras que los sectores populares y la clase trabajadora se enfrentan a un mercado laboral cada vez más precarizado.

El aumento del empleo informal no es un fenómeno aislado, sino el síntoma de un modelo económico que prioriza la flexibilidad laboral en detrimento de la estabilidad y los derechos de los trabajadores. Mientras los empleos registrados disminuyen, proliferan las ocupaciones mal remuneradas, sin acceso a seguridad social ni protección legal. Esta dinámica condena a millones de argentinos a vivir en condiciones de vulnerabilidad, sin perspectivas reales de progreso.

Lejos de ser una consecuencia inevitable de factores externos o de una coyuntura adversa, esta situación responde a decisiones políticas concretas. El gobierno de Milei ha puesto en marcha un modelo basado en el ajuste fiscal, la desregulación extrema y el desmantelamiento de las políticas públicas que buscaban equilibrar las profundas desigualdades sociales del país. Bajo la lógica del "sálvese quien pueda", los programas sociales que sostenían a los sectores más vulnerables han sido desfinanciados o eliminados, mientras que el gasto en áreas estratégicas como la educación, la ciencia y la salud ha sido reducido drásticamente.

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El sistema educativo, por ejemplo, enfrenta un abandono sin precedentes. Las universidades públicas, históricamente motor de la movilidad social y la innovación, ven sus presupuestos recortados año tras año, mientras se promueve un discurso que las deslegitima y las acusa de ineficiencia. Esto no solo limita el acceso a la educación superior para los jóvenes de sectores populares, sino que también compromete el futuro científico y tecnológico del país.

En paralelo, el sistema científico ha sufrido una asfixia presupuestaria que pone en riesgo proyectos clave para el desarrollo nacional. Laboratorios cerrados, investigadores que emigran en busca de mejores oportunidades y programas de investigación paralizados son apenas algunos de los síntomas de un gobierno que no ve en la ciencia una prioridad, sino un gasto prescindible.

Además, el gobierno ha desmantelado políticas ambientales en favor de un modelo extractivista que beneficia a grandes corporaciones en detrimento de las comunidades locales y los ecosistemas. La lógica cortoplacista del lucro inmediato no solo perpetúa un modelo económico insostenible, sino que también deja a las generaciones futuras un país más pobre en recursos y oportunidades.

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En este contexto, el crecimiento económico que exhibe el gobierno se revela como un espejismo: una mejora de las cifras macroeconómicas que no se traduce en bienestar para la mayoría de los argentinos. La brecha entre ricos y pobres sigue siendo abismal, con un ingreso promedio de las familias del decil más alto que multiplica por catorce el de las familias del decil más bajo. Esto no es crecimiento, es concentración de la riqueza. Y mientras el gobierno celebra sus supuestos logros, millones de argentinos luchan por sobrevivir en un sistema que los excluye y los deja cada vez más atrás.

 

La distribución, una tarea pendiente

El crecimiento económico, aunque es un indicador clave para evaluar la salud de una economía, no tiene un impacto automático en la equidad social. En países con altos niveles de desigualdad, como Argentina, el crecimiento puede actuar como un amplificador de las brechas existentes en lugar de reducirlas. Este problema se hace especialmente evidente bajo la administración de Javier Milei, que celebra las proyecciones optimistas de organismos como la OCDE mientras ignora la persistencia de un coeficiente de Gini prácticamente inmóvil, reflejo de la inequidad estructural del país.

El mercado laboral, lejos de ser una herramienta para la redistribución del ingreso, se encuentra atrapado en una dinámica regresiva. Laura Caullo, economista del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL), destaca que la creciente informalidad laboral y el aumento del desempleo se han convertido en barreras insalvables para cualquier intento de reducir la desigualdad. En este contexto, el crecimiento económico, sin políticas públicas que impulsen el empleo formal y la inclusión social, no pasa de ser un espejismo que solo engorda las arcas de las élites económicas.

El gobierno de Milei, con su retórica ultraliberal, ha desmantelado activamente los mecanismos de protección social y ha debilitado los derechos laborales bajo la premisa de fomentar la competitividad. Sin embargo, esta "liberalización" del mercado laboral no ha generado las condiciones prometidas para un crecimiento inclusivo. Por el contrario, ha consolidado una estructura económica en la que los sectores más vulnerables deben conformarse con empleos precarios y mal remunerados, mientras un pequeño grupo de privilegiados acumula la mayor parte de la riqueza.

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Además, Laura Golovanesky, del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Tecnologías y Desarrollo Social del Conicet, advierte que el estancamiento del coeficiente de Gini es el reflejo de una década de políticas insuficientes. Aunque el indicador no suele mostrar variaciones significativas en el corto plazo, lo preocupante es que las medidas actuales no solo no abordan los problemas estructurales, sino que los profundizan. El enfoque ultraliberal de Milei, que reduce al mínimo el rol del Estado, ha intensificado la concentración de riqueza y ha perpetuado la falta de movilidad social.

La falta de avances en la distribución del ingreso también impacta negativamente en el tejido social. Mientras las familias de los deciles más bajos luchan por sobrevivir en un contexto de creciente inflación y pérdida del poder adquisitivo, las clases medias ven reducidas sus oportunidades de ascenso social. Al mismo tiempo, las familias más ricas siguen aumentando sus ingresos a un ritmo desproporcionado, consolidando una estructura piramidal que parece inmutable.

Por lo tanto, la celebración oficial del crecimiento económico resulta vacía en un país donde este no se traduce en una mejor calidad de vida para la mayoría de la población. Las políticas de ajuste, desregulación y exclusión social no solo perpetúan la desigualdad, sino que también siembran las semillas de futuras crisis económicas y sociales. Sin una redistribución real de los frutos del crecimiento, Argentina está condenada a repetir un ciclo de bonanzas efímeras seguidas de períodos de declive.

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En definitiva, mientras el gobierno de Javier Milei continúe ignorando la centralidad de la distribución del ingreso y la necesidad de políticas inclusivas, el crecimiento económico seguirá siendo un indicador hueco que beneficia solo a unos pocos, dejando a la mayoría atrapada en una trampa de desigualdad y exclusión.

Un modelo insostenible

El gobierno insiste en que el mercado es la solución a todos los problemas, pero la realidad demuestra lo contrario. Sin un Estado presente que redistribuya la riqueza y garantice derechos básicos como educación, salud y trabajo digno, las desigualdades no solo persisten, sino que se agravan.

Argentina puede liderar el crecimiento regional, pero lo hace con un modelo que excluye a millones y condena al país a un círculo vicioso de concentración de la riqueza y pobreza estructural.

Es hora de abandonar la narrativa triunfalista que oculta las heridas abiertas de una sociedad desigual. Este año, es un año electoral donde se puede poner claramente un freno a esta hecatombe. El crecimiento no puede ser celebrado mientras las brechas sociales sigan marcando quién puede acceder a una vida digna y quién no.

 

Fuentes:

https://www.ambito.com/economia/argentina-liderara-el-crecimiento-america-latina-2025-segun-la-ocde-n6101779

https://chequeado.com/el-explicador/la-desigualdad-no-vario-en-el-tercer-trimestre-de-2024-el-ingreso-de-una-familia-rica-fue-14-veces-superior-a-la-de-una-de-escasos-recursos/

 

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