Sale el 20 y entra el 30, éra la orden de Frank Rijkaard, Dt holandés de aquel Barcelona que, como de costumbre, volvía a imponerse en el derbi catalán, esta vez por 2-0 en el estadio olímpico de Montjuic. El 20 que se iba, faltando diez minutos para el final del partido, era el brasileño nacionalizado portugués Deco. Quien entraba era un chiquitín de 17 años, llegado desde Argentina años atrás con algunos problemas de crecimiento y forjado en La Masía, donde supo deslumbrar. Su nombre era (es) Lionel Messi, y será recordado por siempre como uno de los mejores jugadores que han dado este bello deporte.

Ese 16 de octubre fue el día que comenzó a escribirse una de las páginas más importantes del fútbol. Página que lleva 10 años, en la que pueden observarse decenas de récords tachados y logros conseguidos: máximo goleador histórico de su club, máximo anotador en competiciones internacionales, cuatro balones de oro, tres Ligas de Campeones, seis ligas españolas, 91 goles en un año calendario, pichichi récord de la liga con 50 tantos en 38 partidos, y actualmente a dos anotaciones de superar a Telmo Zarra y convertirse en el máximo goleador de la historia de la Liga.

Como extremo derecho, al comienzo. Como falso nueve, más adelante, o como armador asistente, tal es la imagen que muestra últimamente. Messi ha sabido aprovechar al máximo cada oportunidad en su club, al que aprendió a amar y del cual ya es uno de los máximos ídolos; antes de la era Messi, sólo había logrado 16 ligas y una Copa de Europa.

Aunque consiguió el oro olímpico en Beijing 2008, un logro con la selección argentina es su mayor deuda. Las competiciones en las que participó con la albiceleste no dejaron huella en las vitrinas más allá de las medallas de subcampeonato en el último mundial y en la Copa América 2007.

Sin embargo la deuda no puede, claramente, opacar la carrera de uno de los mejores de todos los tiempos. Carrera que, si Dios quiere, tiene varios años de goles, asistencias y gambetas por delante. Para disfrutar.