IMPUNIDAD

Mathov y Santos, tras las rejas por la tragedia de 2001 mientras que Cavallo y Bullrich continúan en libertad

Con la condena firme de la Corte Suprema, el excomisario Rubén Santos vuelve a prisión por su rol en la represión del 2001. La misma suerte corrió el exsecretario de Seguridad, Enrique Mathov. Este nuevo capítulo pone en evidencia la impunidad latente y la falta de justicia plena para las víctimas de uno de los episodios más oscuros de la democracia argentina.

Mathov y Santos, tras las rejas por la tragedia de 2001 mientras que Cavallo y Bullrich continúan en libertad

Lunes 23 de septiembre de 2024 | 15:27

La historia reciente de Argentina vuelve a repetirse, esta vez con la entrega del ex jefe de la Policía Federal, Rubén Santos, quien finalmente se presentó ante el Tribunal Oral Federal 6 para comenzar a cumplir la condena de 3 años y seis meses de prisión impuesta por la represión del 2001. Un episodio que dejó una marca indeleble en la memoria colectiva del país y que selló el final del gobierno de Fernando De La Rúa, entre caos, sangre y muerte.

Santos, que se encontraba en España cuando la Corte Suprema dejó firme su condena, tuvo que regresar apresuradamente al país para cumplir con la sentencia. La imagen de su entrega, junto con la del exsecretario de Seguridad Enrique Mathov, quien ya había sido detenido días antes, pone en el centro del debate un aspecto que incomoda al poder: la impunidad selectiva y la lentitud del sistema judicial para castigar a los responsables de la violencia estatal.

El 19 y 20 de diciembre de 2001 quedaron grabados en la historia argentina por la brutalidad con la que el gobierno de la Alianza, liderado por De La Rúa, intentó sofocar las protestas que se multiplicaban a lo largo y ancho del país. Con un estado de sitio decretado, la Plaza de Mayo fue escenario de una represión indiscriminada que dejó un saldo de decenas de heridos y la muerte de tres manifestantes: Gastón Riva, Carlos Almirón y Diego Lamagna. Estos nombres, que hoy resuenan con fuerza tras la entrega de Santos y Mathov, son un símbolo de la resistencia popular frente a un modelo económico que empujó a millones al abismo de la pobreza y la desesperación.

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La represión en Plaza de Mayo fue el punto culminante de un proceso que arrastraba al país a la crisis social más profunda desde el retorno de la democracia. Las políticas neoliberales, sostenidas por el gobierno de la Alianza y sus antecesores, llevaron a un colapso económico de tal magnitud que las calles se llenaron de miles de ciudadanos exigiendo su derecho a la vida y a un futuro digno.

Santos y Mathov no actuaron solos. Fueron parte de un aparato represivo que, bajo las órdenes directas del poder político, desató la violencia estatal contra manifestantes desarmados. Las fuerzas de seguridad, lejos de proteger a la ciudadanía, se convirtieron en el brazo ejecutor de un sistema que pretendía mantenerse a flote a cualquier costo. La muerte de Riva, Almirón y Lamagna es el resultado de una represión planificada y ejecutada desde las más altas esferas del poder.

La condena contra Santos y Mathov fue dictada en 2016, en un juicio oral que puso en evidencia no solo la responsabilidad directa de estos funcionarios en la represión, sino también las dilaciones y obstáculos que enfrentaron las víctimas y sus familiares en su búsqueda de justicia. El proceso judicial, apelado y revisado en numerosas instancias, logró finalmente una condena firme que, sin embargo, llega con 23 años de retraso.

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Este largo periplo judicial es un reflejo de las dificultades que enfrenta el sistema democrático argentino para juzgar a quienes, desde el poder, deciden sobre la vida y la muerte de los ciudadanos. Aunque la Corte Suprema finalmente rechazó los recursos extraordinarios presentados por las defensas, la reducción de penas y las condiciones privilegiadas de detención de estos responsables muestran una vez más cómo la impunidad opera de manera diferenciada según el lugar que se ocupe en la estructura de poder.

Santos, quien estuvo detenido solo cinco meses en 2002, terminará de cumplir su condena en 2027. Mathov, por su parte, recibió una pena de cuatro años y tres meses de prisión, que se dará por cumplida en 2028. Ambos seguirán beneficiándose de la lentitud del aparato judicial y, en el caso de Mathov, su defensa ya solicitó el arresto domiciliario por su avanzada edad. Estas concesiones contrastan con la pena eterna que enfrentan los familiares de las víctimas, quienes nunca podrán ver a sus seres queridos de regreso.

La entrega de Santos y Mathov reabre una herida que el tiempo no ha logrado cicatrizar. Las imágenes de la represión en Plaza de Mayo, con la policía arremetiendo contra manifestantes indefensos, siguen siendo un recordatorio de los peligros que implica un estado dispuesto a usar la fuerza para mantenerse en el poder. La tragedia del 2001, que precedió a la renuncia de De La Rúa, es una lección sobre los límites de la democracia cuando el poder político se divorcia de la voluntad popular y recurre a la violencia para acallar las voces de disenso.

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Si bien la entrega de estos funcionarios parece un acto de justicia, no es más que un pequeño paso en un largo camino que la Argentina todavía debe recorrer para cerrar definitivamente este capítulo oscuro. La represión del 2001 no fue un hecho aislado, sino la culminación de un proceso de degradación institucional que comenzó mucho antes y cuyas consecuencias aún resuenan en la actualidad.

La impunidad sigue siendo el gran obstáculo para la consolidación de una democracia plena. Mientras los responsables de crímenes de lesa humanidad continúen recibiendo trato preferencial por parte de la justicia, y mientras los intereses de los poderosos se antepongan a los derechos de las víctimas, la sombra de la represión seguirá acechando.

La entrega de Rubén Santos y Enrique Mathov puede interpretarse como un triunfo de la justicia, pero también pone en evidencia las profundas falencias de un sistema que aún no ha sabido dar respuestas plenas a los reclamos de justicia de las víctimas del 2001. A más de dos décadas de aquellos trágicos días, las familias de Riva, Almirón y Lamagna siguen esperando que se reconozca la verdadera dimensión de los crímenes cometidos y que los responsables sean castigados con la severidad que corresponde.

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Este nuevo capítulo de la historia argentina nos recuerda que la democracia es un proceso en construcción, que solo se consolidará cuando quienes ocupan posiciones de poder sean juzgados con la misma severidad que el resto de los ciudadanos. Solo entonces podremos hablar de una justicia verdaderamente equitativa.

 

El caso Patricia Bullrich

Si bien es cierto que Patricia Bullrich no tiene una causa judicial relacionada directamente con su gestión durante la crisis de 2001. Sin embargo, su rol en ese momento fue altamente controvertido, ya que ella se desempeñaba como ministra de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos en el gobierno de Fernando de la Rúa. Durante esa crisis, se implementaron políticas que agravaron la situación económica, y Bullrich fue una de las principales defensoras de medidas como la reducción de salarios en el sector público y las jubilaciones, lo que le generó un fuerte rechazo social.

El desempeño de Patricia Bullrich como ministra de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos durante la crisis del 2001 estuvo marcado por decisiones extremadamente polémicas, que fueron consideradas por muchos como agravantes de la profunda crisis económica y social que enfrentaba Argentina en ese momento.

Políticas de Ajuste Brutal: Una de las medidas más criticadas fue la implementación de recortes salariales y ajustes en las jubilaciones del sector público. En un contexto de creciente desempleo, recesión y descontento social, Bullrich defendió la necesidad de aplicar estas políticas de austeridad para cumplir con las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) y evitar el default. El recorte de un 13% en los sueldos de los empleados públicos y jubilados, implementado bajo su gestión, fue particularmente impopular, provocando protestas masivas y un mayor deterioro en el nivel de vida de millones de argentinos.

Falta de Sensibilidad Social: La gestión de Bullrich fue percibida como insensible a las necesidades de los sectores más vulnerables. En un momento de desesperación generalizada, sus decisiones se alinearon más con las exigencias del FMI que con las demandas sociales. Los sindicatos y organizaciones de trabajadores se movilizaron en su contra, denunciando que las políticas de ajuste solo profundizaban la crisis y aumentaban la pobreza. Muchos recuerdan su defensa férrea de medidas extremadamente impopulares y su alineamiento con la ortodoxia económica neoliberal.

Es importante entender que Bullrich actuó en un escenario donde el gobierno de Fernando de la Rúa estaba colapsando. La crisis económica había llevado al país a una situación de ingobernabilidad, con niveles de pobreza y desempleo alarmantes, junto con una deuda externa descontrolada. Sin embargo, en lugar de buscar soluciones alternativas o reformas más equitativas, su gestión optó por profundizar las políticas de ajuste.

El desempeño de Bullrich como ministra de Trabajo quedó sellado con la caída del gobierno de la Alianza en diciembre de 2001, cuando De la Rúa fue forzado a renunciar tras una ola de protestas, saqueos y represión. El llamado "corralito", la congelación de depósitos bancarios y el colapso financiero fueron el epílogo de una serie de malas decisiones económicas, en las cuales su gestión tuvo un rol central.

La crisis de 2001 sigue siendo una mancha en la carrera de Patricia Bullrich. A pesar de que no enfrentó cargos judiciales por su gestión, su paso por el Ministerio de Trabajo es un punto de referencia inevitable cuando se discute su perfil político. A lo largo de los años, Bullrich ha intentado reconfigurar su imagen, moviéndose hacia una postura más dura en temas de seguridad, pero su actuación en 2001 sigue siendo un tema recurrente de crítica por parte de sus opositores, quienes la acusan de haber contribuido al colapso económico y social del país.

 

El caso Domingo Cavallo

Sí, Domingo Cavallo, quien fue ministro de Economía durante el gobierno de Fernando de la Rúa en 2001, ha enfrentado varias causas judiciales relacionadas con su gestión, aunque no todas directamente vinculadas a su paso por el gobierno en ese año específicamente. Cavallo es una figura clave en la historia económica de Argentina, y su rol en la crisis de 2001 ha sido objeto de intensas críticas, tanto por sus políticas como por sus decisiones al frente del Ministerio de Economía.

El “Corralito” y la Crisis de 2001: Uno de los aspectos más controvertidos de la gestión de Cavallo en 2001 fue la implementación del famoso "corralito", una medida que limitaba el retiro de dinero en efectivo de los bancos. Esta decisión fue tomada en un intento desesperado por evitar una corrida bancaria y proteger las reservas de dólares del país, ya que la economía estaba dolarizada bajo la Ley de Convertibilidad que él mismo había implementado en los años 90. Sin embargo, el "corralito" fue percibido como un ataque directo a los ahorros de la clase media, y terminó agravando la crisis social, generando caos, protestas masivas y contribuyendo a la caída del gobierno de la Rúa.

Causas Judiciales: En relación a su gestión durante esa etapa, Cavallo enfrentó varias denuncias y causas judiciales, entre las más destacadas:

1. Causa por el "Megacanje": Una de las principales causas que enfrentó Cavallo estuvo relacionada con el "Megacanje" de 2001, una operación financiera mediante la cual el gobierno reestructuró la deuda pública argentina. Este canje de bonos fue denunciado como perjudicial para el país, ya que aumentó la carga de la deuda y resultó en mayores tasas de interés. La Justicia investigó si hubo irregularidades en el manejo de esta operación, aunque Cavallo siempre sostuvo que el objetivo era evitar el default, no provocarlo.

2. Investigaciones sobre el "Corralito": Aunque no fue condenado por el "corralito", Cavallo fue objeto de investigaciones por su rol en esta medida. La medida fue vista como uno de los detonantes del colapso financiero y social de fines de 2001. Sin embargo, no hubo una sentencia firme que lo responsabilizara penalmente por esta decisión, más allá de la condena social y política.

3. Causa por Contrabando de Armas: En un caso judicial separado, pero también vinculado a su paso por el gobierno en la década del 90, Cavallo fue imputado en la causa de contrabando de armas a Croacia y Ecuador, que ocurrió durante su tiempo como ministro de Economía de Carlos Menem. Esta causa, aunque no directamente relacionada con la crisis de 2001, manchó aún más su figura.

Cierre de las Causas: En cuanto a las causas vinculadas a su gestión durante 2001, como la del "Megacanje", Cavallo fue procesado, pero en 2014 fue absuelto en primera instancia por falta de pruebas que demostraran que había actuado con dolo o mala fe en la operación. A pesar de ello, su figura sigue siendo una de las más controvertidas en la historia económica del país.

 

Aunque Cavallo no ha sido condenado judicialmente por su gestión en 2001, su legado está marcado por el desastre económico que resultó de las políticas que implementó. Para muchos, es el principal responsable del colapso económico, social y político de Argentina en aquel año. Su papel en la profundización de las políticas neoliberales, la implementación de medidas de ajuste extremo y la creación del "corralito" lo han convertido en una de las figuras más repudiadas por amplios sectores de la sociedad.

 

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