Pablo Evelson, decano de la Facultad de Farmacia, expuso la alarmante situación de los laboratorios de investigación universitarios, que enfrentan la falta de financiamiento y el riesgo de colapso inminente. Las políticas de ajuste impulsadas por el presidente Javier Milei han dejado en jaque a la ciencia argentina, con proyectos paralizados y una comunidad académica que se moviliza para resistir el desmantelamiento del sistema de investigación y desarrollo.
Domingo 22 de septiembre de 2024 | 07:28
El futuro de la ciencia en Argentina pende de un hilo, y la comunidad científica se enfrenta a un panorama cada vez más oscuro. Pablo Evelson, decano de la Facultad de Farmacia, fue categórico al describir la crisis que atraviesa la investigación en el país: “Nuestros laboratorios de investigación van camino a su paralización antes de fin de año”. En una entrevista con Andrea Recúpero en AM530, Evelson no se guardó críticas hacia el gobierno de Javier Milei, a quien acusa de haber tomado una “decisión política de no financiar el sistema científico”.
El ajuste brutal que afecta a la ciencia no es casual ni espontáneo; responde a una estrategia bien calculada que pretende desmantelar las áreas clave del conocimiento en nombre de la austeridad fiscal. Las declaraciones de Evelson no son aisladas: la comunidad académica y científica viene alertando sobre la reducción dramática de los fondos para la investigación, la cancelación de proyectos previamente aprobados y la eliminación de líneas de financiamiento esenciales para el desarrollo tecnológico del país. Sin embargo, las advertencias parecen no encontrar eco en un gobierno que prioriza otras áreas mientras empuja a la ciencia a la marginalidad.
Investigación en riesgo de colapso
El decano de la Facultad de Farmacia no solo expuso la gravedad del problema, sino también la falta de perspectiva de una solución a corto plazo: “La situación se torna cada vez más dramática, hay poca perspectiva de una pronta solución”, afirmó Evelson. Mientras tanto, los laboratorios universitarios se preparan para un cierre técnico si no se toman medidas urgentes. El impacto de esta crisis no es abstracto; afecta directamente la capacidad de los científicos para continuar con proyectos de diagnóstico de enfermedades raras y desatendidas, o el trabajo en áreas estratégicas como la identificación de huellas digitales.
La paralización de estos laboratorios no solo significa la pérdida de conocimiento y avance científico, sino también un golpe devastador a la formación de nuevas generaciones de científicos. “El docente mejor preparado es el que puede investigar en su laboratorio”, sentenció Evelson, destacando la interrelación entre la docencia y la investigación. Sin laboratorios activos, la calidad de la educación superior también se ve comprometida, generando un círculo vicioso en el que la falta de recursos científicos repercute en la formación de profesionales menos preparados.
Un veto a la ciencia
La comunidad científica no se ha quedado de brazos cruzados ante esta situación. Los gremios universitarios, apoyados por instituciones como la CONADU, han organizado jornadas de protesta y movilización. Evelson adelantó que se está planteando una marcha en contra del veto que el gobierno de Milei podría imponer sobre algunas leyes de financiamiento de la ciencia, profundizando aún más la crisis. Para los científicos, este veto es una declaración de guerra al conocimiento y un claro indicador de las prioridades del gobierno.
En abril de 2024, ya se había llevado a cabo una masiva movilización para reclamar por el aumento de los gastos de funcionamiento en las universidades, pero la situación no ha mejorado desde entonces. Los fondos necesarios para mantener los servicios esenciales en las facultades, como luz, agua y calefacción, han sido recortados al mínimo. “No podíamos mantener los servicios esenciales”, recordó Evelson. Con estos recortes, los investigadores se ven obligados a concentrarse en demandas urgentes y de supervivencia, mientras los grandes proyectos científicos quedan postergados o cancelados por completo.
La política de desinversión en ciencia
El recorte en los fondos destinados a la investigación no es un fenómeno nuevo, pero se ha profundizado de manera alarmante bajo el gobierno de Javier Milei. Evelson fue claro al señalar la intencionalidad detrás de estas medidas: “Hay una decisión política de no financiar el sistema científico”. Para Milei y su equipo económico, la ciencia parece ser un gasto innecesario, un lujo que el país no puede permitirse en tiempos de ajuste. Esta visión cortoplacista y mercantilista de la política pública desconoce el valor estratégico de la investigación para el desarrollo y la soberanía de una nación.
La ciencia no es solo un motor de innovación tecnológica, sino también un factor clave para mejorar la calidad de vida de la población. Los laboratorios de investigación universitarios han sido responsables de grandes avances en áreas tan diversas como la salud, la energía y la tecnología. Al dejar de financiarlos, se está hipotecando el futuro del país, condenando a la Argentina a la dependencia tecnológica y científica de otros países.
El panorama es desolador: los proyectos que estaban aprobados no se están financiando, y los fondos que deberían haberse ejecutado han sido congelados. Evelson mencionó que muchas líneas de financiamiento han sido directamente eliminadas, poniendo en jaque a proyectos que llevan años en marcha. La pérdida de continuidad en la investigación científica es un golpe irreparable, y sus efectos se sentirán durante años, incluso si en el futuro se restablecen los fondos.
El impacto en la soberanía nacional
La ciencia y la tecnología son pilares fundamentales para la soberanía de un país. Sin inversión en estas áreas, la Argentina se ve condenada a la dependencia externa en cuestiones clave como la producción de vacunas, la industria farmacéutica y la generación de energía. “Diagnosticamos enfermedades raras o desatendidas, nosotros tratamos de dar la respuesta”, subrayó Evelson, dejando en claro que la investigación científica en el país no es solo un tema de prestigio académico, sino una necesidad urgente para la población.
La decisión de Milei de desfinanciar estos sectores es, en el fondo, una decisión de empobrecer al país en términos de conocimiento y capacidad de respuesta ante desafíos globales. El gobierno, en lugar de apostar por una Argentina que pueda producir su propia tecnología y ciencia, elige entregar su futuro a las corporaciones internacionales que controlan el mercado del conocimiento. Esta política de desinversión tiene consecuencias inmediatas, como la paralización de laboratorios, pero también consecuencias a largo plazo que serán mucho más difíciles de revertir.
La ciencia en pie de lucha
Ante este panorama, la comunidad científica y académica se prepara para una nueva jornada de lucha. “Estamos tan preocupados por nuestro día a día que hacemos reclamos urgentes”, dijo Evelson, reflejando el sentir de miles de investigadores que ven cómo se desmorona el sistema científico al que han dedicado sus vidas. La movilización del 23 de abril fue solo el comienzo; las gremiales ya están preparando nuevas jornadas de visibilización y protesta para las próximas semanas.
El futuro de la ciencia argentina está en juego, y la resistencia de sus actores será clave para impedir el colapso total. Sin embargo, si el gobierno de Milei continúa con su política de desinversión, la parálisis de los laboratorios será solo el primer síntoma de un colapso mucho mayor, que afectará a todo el sistema educativo y científico del país. La ciencia no puede florecer en medio de la precariedad; necesita inversión, compromiso y visión de futuro. Algo que, hasta ahora, el gobierno de Javier Milei ha demostrado carecer por completo.