El reciente descenso del riesgo país ha sido celebrado por algunos sectores como un signo de recuperación económica, pero detrás de este fenómeno se esconde una estrategia política que privilegia los intereses de la deuda externa y los mercados financieros, a costa del bienestar social y la economía real. ¿Es este descenso una señal genuina de estabilidad, o un espejismo creado para ganar tiempo ante la creciente presión interna?
Redacción EnOrsai // Martes 15 de octubre de 2024 | 12:56
El riesgo país, ese índice que mide la confianza internacional en la capacidad de un país para cumplir con sus obligaciones financieras, ha registrado una notable baja en Argentina en los últimos meses. Mientras los titulares celebran esta reducción como un "logro" del gobierno de Javier Milei, lo cierto es que el análisis profundo de esta situación revela una realidad mucho más compleja. Bajo la gestión de Milei, el descenso del riesgo país no representa necesariamente una mejoría en la economía real, sino más bien una maniobra coyuntural que favorece, ante todo, a los acreedores y especuladores del sistema financiero.
En medio de un contexto de crisis económica generalizada, con inflación en niveles récord, una fuga de capitales acelerada y un ajuste brutal sobre los sectores más vulnerables, la pregunta que muchos economistas y analistas se hacen es: ¿qué está detrás de esta aparente "buena noticia"? Para entender la respuesta, es necesario desentrañar la mecánica detrás del riesgo país y cómo los mercados internacionales lo interpretan.
Ajuste y entrega al capital financiero
El descenso del riesgo país, en lugar de ser un indicador de recuperación económica, parece responder a las medidas de ajuste feroz implementadas por el gobierno de Javier Milei. Desde el inicio de su gestión, Milei ha adoptado una postura radicalmente liberal que ha implicado recortes profundos en el gasto público, la eliminación de subsidios esenciales, y la reducción de derechos laborales, todo con el objetivo de "calmar" a los mercados. Esta lógica es clara: cuanto más se ajusta la economía, más satisfechos están los acreedores y los inversores internacionales.
Sin embargo, estas políticas tienen consecuencias devastadoras para la población argentina. Mientras los índices que miran los financistas internacionales mejoran, la vida cotidiana de millones de argentinos se deteriora rápidamente.
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La inflación sigue erosionando los salarios, la pobreza crece a niveles alarmantes y el desempleo se mantiene en cifras críticas. El gobierno, por su parte, se muestra dispuesto a entregar las joyas de la soberanía económica a cambio de un descenso en un índice que, en última instancia, solo beneficia a quienes especulan con la deuda externa.
El precio de la "confianza" internacional
Para entender cómo se ha logrado esta baja en el riesgo país, es esencial mirar hacia las políticas que el gobierno de Milei ha implementado en pos de ganar la "confianza" de los mercados internacionales. En primer lugar, el acuerdo con el FMI, que continúa imponiendo condiciones draconianas para la reestructuración de la deuda, ha sido clave en este proceso. Las reformas estructurales exigidas por el Fondo, que incluyen la desregulación del sistema financiero y la flexibilización laboral, han sido aplaudidas por los grandes capitales.
En segundo lugar, el gobierno ha buscado desmantelar el sistema de protección social y privatizar sectores estratégicos como la educación, la salud y la energía. Estas medidas, aunque desastrosas para el bienestar de la población, son vistas como "señales positivas" por los inversores. Cuanto menos gasta el Estado en sus ciudadanos, más recursos quedan disponibles para pagar la deuda y garantizar los intereses de los bonistas internacionales.
¿Recuperación o burbuja?
Lo que Milei y su equipo económico presentan como una recuperación es, en realidad, una burbuja financiera que puede estallar en cualquier momento. Los sectores productivos de la economía están en crisis, con la industria y las pymes al borde del colapso. La dependencia del país de la exportación de commodities y el endeudamiento externo no es sostenible a largo plazo. La baja del riesgo país se explica, en parte, por la entrada de capital especulativo que, si bien mejora momentáneamente los índices financieros, deja al país en una situación aún más vulnerable ante futuras crisis globales.
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Además, es importante señalar que esta reducción del riesgo país no se traduce en una mejora real para los argentinos. El acceso al crédito sigue siendo limitado, los intereses de los préstamos siguen siendo inalcanzables para la mayoría de las empresas, y la estabilidad cambiaria es más una ilusión que una realidad. Mientras tanto, el costo social de estas políticas es inmenso: aumento del desempleo, precarización laboral y una desigualdad que sigue en ascenso.
Una victoria para los mercados, una derrota para el pueblo
El descenso del riesgo país ha sido celebrado por sectores cercanos al gobierno de Milei como una "victoria" de la política económica liberal. Sin embargo, este supuesto logro no es más que una victoria para los grandes capitales internacionales, que ven asegurados sus intereses a corto plazo, mientras el pueblo argentino paga el precio de un ajuste brutal que solo promete más sufrimiento.
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Es crucial que no caigamos en la trampa de confundir este descenso con una verdadera mejora económica. La Argentina que construye Javier Milei es una Argentina para pocos, donde el bienestar social se sacrifica en el altar de la deuda externa. El riesgo país puede bajar, pero el riesgo para la mayoría de los argentinos sigue en aumento: el riesgo de perder sus trabajos, su calidad de vida y su futuro.
SILENCIO
— En Orsai (@EnOrsai) October 15, 2024
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