Los líderes de las potencias del G7, los siete países industrializados, Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos, se reunieron el 26 de junio en Alemania, en el Castillo de Schloss Elmau, ubicado en los Alpes bávaros. Reconvertido en hotel, Elmau es un paraje hermoso y remoto en el sur de Alemania que sirvió como campo de vacaciones de los militares nazis y hospital de campaña de la SS. La pregunta es ¿era necesario reunirse en ese lugar? O simplemente tiene sentido porque la conferencia trataba sobre la ayuda a los militares nazi de Ucrania a los cuales el G7 parece desconocer.
Alejandro Marcó del Pont // Domingo 24 de julio de 2022 | 10:49
El mentiroso cuando se ve descubierto, se enoja y se hace la victima.
A raíz de la guerra de Ucrania, Occidente decidió, por iniciativa propia, tomar una serie ininterrumpida de disparatadas decisiones, dentro de los que se encuentra la de considerar solo aquellos países que aplicarán sanciones contra Rusia como parte del campo pro-occidental. Estas naciones comprenden alrededor del 21% de los miembros de la ONU, y constituyen solo el 13% de la población mundial. De hecho, Occidente está en franca minoría. Según el análisis de la Unidad de Inteligencia de The Economist, dos tercios de la población mundial vive en países donde el gobierno se ha negado a condenar la invasión rusa de Ucrania, ya sea adoptando una posición de neutralidad u oponiéndose a las expresiones de condena.
Quizás el enigma es más profundo en su consideración de lo que uno supone, o en realidad que lo que los líderes occidentales imaginan. La idea tiene que ver con el poder que occidente cree tener y que, sin darse cuenta de la flagrante contracción que ha sufrido su autoridad en el tiempo, sigue manteniendo intacta su ambición. Con la misma facilidad con la que imagina poder reducir a Rusia a un estado vasallo o llevarla a la ruina, prevén neutralizar a China provocando una guerra en Taiwán (como la de Ucrania) para lograr ese propósito.
Lo que los occidentales llaman Occidente, o civilización occidental, es un espacio geopolítico que surgió en el siglo XVI y se expandió continuamente hasta el siglo XX. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, alrededor del 90% del globo estaba dominado por Occidente: Europa, Rusia, las Américas, África, Oceanía y gran parte de Asia (con las excepciones parciales de Japón y China).
Los occidentales no entendemos cómo Occidente desde hace tiempo está cambiando. Comenzó como cristianismo y colonialismo, luego cambió a capitalismo e imperialismo, se transformó en democracia y descolonización, y con la necedad del unilateralismo se perfiló a “relaciones internacionales basadas en reglas”, mismas que en algún momento Europa creyó que serían establecidas por la Unión, pero está más que claro que las establece Estados Unidos, quien controla aparte de UE y alrededor de 750 bases en al menos 80 países en todo el mundo.
Europa es un espacio geopolítico que desde el siglo XVI vivió de los recursos de otros países que directa o indirectamente dominaba al imponer un intercambio desigual. La desconfiguración se estaba produciendo desde el surgimiento, entre 1955 y 1961, del Movimiento de Países No Alineados, aunque sin el poder de la Eurasia actual. Rusia está haciendo más daño en el mundo occidental que en el espacio geopolítico que Occidente define como el mundo no occidental.
Las monedas de aquellos países que parecen estar ganando la guerra son las que más se están depreciando. La inflación y la recesión que se avecinan llevaron al director ejecutivo de JPMorgan Chase & Co, Jamie Dimon, a decir que se acerca un “ huracán ”, o sea, alguien se tiene que agenciar de la orfandad de poder que occidente tiene en la actualidad.
El liderazgo de la Unión Europea, es decir, la Comisión Europea o Bruselas, ha estado más alineado en los últimos 20 años con los EE.UU. que con los países que forman la UE. Hoy se ve cómo la presidenta de dicha Comisión, Ursula von der Leyen, cuando no trabaja para Pfizer, parece operar como subsecretaria de defensa de EEUU, y desde el sexto paquete de sanciones a Rusia, maniobra como desaparecida porque el fracaso de esta medida es monumental.
Todos los fantasmas aventados por los medios que el gasoducto Nord Stream no iba a reanudar el suministro después de 10 días de trabajos de mantenimiento, no sucedió. Las especulaciones de La Unión Europea temiendo que el Kremlin cerrara el grifo totalmente como medida de “presión” ante las sanciones impuestas por la invasión de Ucrania, no se llevaron a cabo y el suministro a vuelto al “casi el 40%” de la capacidad total de la infraestructura, según datos de su consorcio gestor, Nord Stream AG. Este volumen es similar al que se enviaba desde junio, antes del parón técnico. Que a Europa después de todas las sanciones no le guste que Rusia tenga la sartén por mango, es otra cosa.
Mientras Europa hacia negocio con Rusia, al igual que con China, y obtenía beneficios todo marchaba sobre ruedas, ahora hay que castigar a Rusia como un costo de la libertad. Las medidas contra Moscú, que no terminan de impactar en los bolsillos de los consumidores europeos, y menos en los rusos, metieron en problemas a los gobiernos de Italia, Francia, España, Gran Bretaña y, sobre todo, Alemania, es decir, a la UE en su conjunto.
Desde el precio de la energía, pasando por las tasas de interés hasta el auxilio prestado a la deuda pública de Grecia, Italia, España y Portugal, donde el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido salir a comprar deuda cuyas primas de riesgo respecto a Alemania se han disparado en los últimos días y semanas. Las vacaciones comienzan y ni Bruselas ni nadie presenta aún algún plan que permita dejar de depender de Rusia antes del 2024.
Que Rusia siga enviando gas a Alemania, lo único que ha hecho es prolongar la agonía; quizás Europa y Alemania, que está en recesión, pueda salir de ella o tenerla un corto tiempo, pero el precio del petróleo, si no hay crisis, aumentará porque crecerá su consumo, y con él todo los energéticos y derivados. Las importaciones de combustibles fósiles de Rusia en los primeros 100 días de la invasión, compilados por el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio, como muestra el gráfico, lejos de detener a Putin, están llenando el cofre del Kremlin.
Rusia obtuvo 93 mil millones de euros en ingresos por exportaciones de combustibles fósiles en los primeros 100 días de la guerra. La UE importó el 61% de esto, por un valor aproximado de 57 mil millones de euros. Los ingresos comprenden un estimado de 46 mil millones de euros por petróleo crudo, 24 mil millones de euros por gas de gasoducto, 13 mil millones de euros por productos derivados del petróleo, 5,1 mil millones de euros por GNL y 4,8 mil millones de euros por carbón.
La idea de una energía limpia sustentable que la Comisión Europea ha presentado como Plan para poner fin a la dependencia de la UE con respecto a los combustibles fósiles rusos (REPowerEU), no parece transitar por buen camino, de hecho, va en sentido contrario. Hasta ahora se le ha comprado el gas a EE.UU. a precios siderales o de cualquiera proveedor que haga llegar el faltante. Los propios verdes alemanes, que han comenzado a destruir la industria de su país, ahora quieren carbón o centrales termoeléctricas, como toda Europa, que genere energía eléctrica a partir de la energía liberada por combustibles fósiles como petróleo, gas natural, carbón, madera y núcleos de uranio, o sea, todo al revés.
Mientras esto sucede, retroceder es una buena opción. Occidente vuelve a suavizar las sanciones contra Rusia. La Unión Europea puede descongelar los activos de algunos bancos nacionales, por presión, de líderes africanos; a alguien se tiene que culpar. Según el relato, se teme una crisis alimentaria por el impacto negativo de las sanciones en el comercio internacional. Si se levantan las restricciones, las contrapartes podrán pagar el grano, el trigo y los fertilizantes rusos a través de los bancos rusos más grandes. Mientras tanto, la Comisión Europea levantó parcialmente el bloqueo económico de Kaliningrado, permitiendo el transporte ferroviario desde la parte central del país.
Robert Habeck, el ministro de economía alemán, miembro de los verdes, quienes fueron el único partido en Alemania que criticó al Nord Stream 2, mucho antes de que se pusiera de moda, actúa a la defensiva. Ni lerdo ni perezoso, en sus entrevistas deja entrever, con repetidas advertencias, que un embargo de gas ruso podría resultar un evento catastrófico para la economía alemana. Incluso invocó el colapso de Lehman Brothers como comparación.
La implosión de un modelo económico que depende de las exportaciones industriales y, por lo tanto, de las importaciones de combustibles fósiles baratos es lo que hará detonar a Alemania, si siguen siendo unos sumisos dependientes de EE.UU. La industria es responsable del 36% del uso de gas en Alemania, una implosión industrial de un país que es la locomotora europea generaría un problema para la Unión y una alegría a América del Norte. A la larga, Occidente probablemente encontrará proveedores alternativos y procesos industriales alternativos que dependan menos de los productos básicos rusos, el problema sin solución es el corto y mediano plazo.
Al inaugurar Davos 2022, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, culpó a la pandemia y a Putin por la “confluencia de calamidades” que enfrenta ahora la economía mundial. No hay sorpresa en las declaraciones. Davos en sí no es un centro de conspiraciones, sino el portavoz de las reacciones cada vez más aterrorizadas de las élites ante las inmanejables contradicciones sistémicas. Mientras nos siguen diciendo que el bajón que se avecina es efecto de las adversidades globales, que tomaron al mundo por sorpresa desde el Covid-19 hasta Putin-22, la realidad es todo lo contrario: la economía estancada y las sanciones 2022 son la causa de estas “desgracias”.
Si bien la nueva infección de Occidente se llama Rusia, sobre todo por su historial comprobado (URSS), es crucial darse cuenta de que la prisa por crear enemigos y sembrar el miedo ahora es desesperada, ya que se basa en la agresión la negación del fracaso estructural. La sobrevaluación grotesca actual de todos los activos de riesgo (acciones, bonos y propiedades) sugiere que las élites continuarán usando su libro de jugadas políticas para ganar más tiempo y posponer el estallido de una burbuja de deuda que comenzaron a inflar años antes de que Covid y Putin se convirtieran en los chivos expiatorios favoritos.
Ucrania nos proporciona una imagen literal del mecanismo anterior. Detrás de sus historias los políticos occidentales, bajo la presión de sus jefes financieros, continúan saboteando la diplomacia sancionando a Rusia y bombeando toneladas de armas a Ucrania, así como miles de millones en ayuda financiera. La lógica es tan ilógica que las importaciones de Argelia a España se hunden un 57,3% con respecto a junio de 2021, la misma península ibérica que manda armas a Ucrania y denigra a Putin, compra a Rusia una cifra histórica de gas en junio, que ya es su segundo proveedor.
Queda claro, Rusia perderá todas las batallas hasta que gane la guerra. Mientras tanto hagan caso y lávense las partes del cuerpo en dos minutos, para no ayudar a Putin.