La gestión que se inició el 10 de diciembre de 2019 con el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner cargó con la responsabilidad de dar vuelta una política de desmantelamiento del Estado, agravada por la asfixiante deuda externa y la aún más acuciante deuda interna social.
revistamovimiento.com // Domingo 15 de agosto de 2021 | 22:45
En ese contexto, la cartera agropecuaria conducida por el compañero Luis Basterra tuvo la enorme responsabilidad de ser parte de devolverle al Estado su rol decisivo como organizador social, administrando la tensión que surge entre la necesidad de generación de divisas legítimas por la vía de la exportación y el abastecimiento de alimentos a la mesa de los argentinos y las argentinas con precios alineados a la capacidad de los salarios.
Este trabajo se lleva adelante en una precisa y efectiva coordinación entre las distintas áreas de la Administración Pública Nacional, especialmente con los ministerios de Economía, Desarrollo Productivo y Desarrollo Social. Si la misión ya era de por sí difícil, se vio agravada por la irrupción de la pandemia, con las implicancias no solo sanitarias, sino también económicas que todos conocemos. La decisión del Poder Ejecutivo Nacional de establecer como actividad esencial la producción y la distribución de alimentos, incluyendo su exportación, representó un enorme desafío para el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Hoy podemos decir con satisfacción que a lo largo de estos 18 meses de pandemia se aseguró el funcionamiento de la cadena agroalimentaria, sin que bajo ningún aspecto hayan sido afectadas la producción y la distribución de alimentos. Incluso mediante un trabajo articulado con el Consejo Agropecuario del Sur –Mercosur más Bolivia y Chile– se coordinó el flujo de alimentos en la región, para que ninguna de nuestras naciones hermanas se viera afectada por las dificultades en la logística que la pandemia había planteado.
Antes de entrar al punto central de este artículo, tenemos que señalar que la llegada del Frente de Todos al gobierno permitió recuperar las políticas hacia la Agricultura Familiar, volviendo a establecer el tejido institucional que pone en valor al sujeto de la agricultura familiar, campesina e indígena. Por otra parte, se llevó adelante, en conjunto con las áreas de Economía y Desarrollo Productivo, un diseño inteligente de derechos de exportación que revirtió el anacrónico esquema liberal de Cambiemos, restableciendo diferenciales para aquellos productos con valor agregado industrial –manufacturas de origen agropecuario– y reduciéndolos drásticamente –incluso llevándolos a cero por ciento– para productos de las economías regionales, en una mirada inclusiva federal.
Pero en paralelo se trabajó articuladamente en forma interministerial para mitigar el potencial impacto negativo que un mayor comercio exterior pudiera tener sobre los precios internos. Se dialogó con el sector privado para lograr este cometido. Un muy buen ejemplo de esto es la cadena láctea, donde, gracias al entendimiento con las pymes, las grandes empresas, las trabajadoras y los trabajadores, se ha logrado incrementar la producción y las exportaciones y mantener un abastecimiento interno a precios alineados con el poder adquisitivo del salario. Lo mismo ha ocurrido con otras cadenas vinculadas a alimentos esenciales, como el trigo, el maíz o la carne vacuna.
En concreto, en esta mitad de mandato y con el mismo compromiso inicial, podemos decir que hemos sostenido la productividad del agro y puesto de nuevo en valor la transformación industrial o el agregado de valor de sus materias primas.
Frente a las elecciones
La oposición ha tratado de utilizar a la actividad agropecuaria como su campo de batalla contra nuestro gobierno. Ha sido ingente su esfuerzo por trata de presentar al Frente de Todos como el enemigo del campo, intentando confundir a la opinión pública y haciéndole creer que “el campo” son el minúsculo grupo de militantes rurales del PRO. Su estrategia fue intentar sembrar desazón y pesimismo en el productor agropecuario a partir de fake news y rumores que nada tenían que ver con el espíritu de nuestro gobierno.
La realidad, la única verdad, es que, al igual que en nuestros anteriores gobiernos, al productor le va bien cuando el peronismo gobierna. Hemos alcanzado un récord en la producción de maíz en la última campaña –más de 60 millones de toneladas– y nos encontramos frente a una gran campaña de invierno –trigo y cebada–, con una superficie que puede ser histórica y una producción definitivamente superior a las anteriores. Si esto ocurre es sencillamente porque la política agropecuaria y económica genera el marco necesario para que el productor rural exprese su potencial.
Esto lleva a pensar que la cuestión agropecuaria no estará en el eje del debate en esta elección de medio término. Pero no quita que debamos de ser nosotros quienes instalemos el eje de la política agropecuaria, que esencialmente es la voluntad del direccionamiento de las fuerzas sociales y económicas del agro en pos del bien común de todas las argentinas y todos los argentinos.
Esta voluntad de ser un Estado presente, contrapuesto al ausentismo o laissez faire del neoliberalismo, se traduce en llevar adelante una política de integración entre lo primario y lo industrial, entre el capital y el trabajo, y entre lo rural y lo urbano. Esencialmente, los siguientes ejes constituyen los mínimos a llevar adelante en lo que resta del mandato:
1- Alcanzar nuevas metas sustentables de producción de materias primas: cereales, oleaginosas, cultivos regionales, cultivos intensivos, forestales;
2- Incrementar la transformación –agregado de valor– industrial de esas materias primas o por medio de la transformación animal –avicultura, acuicultura, cría porcina, etcétera;
3- Desarrollar las cadenas de nicho en función de las nuevas tendencias del consumo, tales como comercio justo, veganismo, huella de carbono, de agua, etcétera;
4- Fomentar la creación de empresas agroindustriales –incluye Agtech, servicios, insumos– de capitales argentinos y la consolidación de los grupos y startup locales;
5- Consolidar y potenciar la red de la economía social en agro, básicamente el sistema cooperativo;
6- Valorizar mediante políticas activas a la familia rural y la vida rural en general, como herramienta de ocupación efectiva del territorio y de realización humana.
En concreto, la única política consistente en cuanto a la defensa del trabajo, la producción y la industrialización, con eje en el hombre y la mujer y contrapuesta a los modelos basados en la especulación financiera y la dependencia, es la que lleva y ha llevado siempre el peronismo, ahora en esta coalición que es el Frente de Todos, para poder decir “neoliberalismo nunca más”.