La brutal muerte de cuatro menores detenidos por militares en Guayaquil destapa profundas grietas en el sistema ecuatoriano. Discriminación racial, abuso de poder y la falta de justicia conmocionan a un país que llora la pérdida de su infancia.
A la izquierda los hermanos Josué (izquierda) e Ismael (derecha) en un partido de fútbol. Arriba a la derecha Steven Medina y Nehemías Arboleda (abajo).
Redacción EnOrsai // Viernes 03 de enero de 2025 | 16:11
Ecuador despide con rabia y tristeza a Ismael, Josué, Nehemías y Steven, los cuatro jóvenes conocidos como "los 4 de Guayaquil". Encontrados incinerados, mutilados y con signos de tortura cerca de un cantón militar, estos adolescentes representan mucho más que víctimas de un crimen atroz. Sus muertes exponen un sistema que permite el abuso de autoridad, perpetúa el racismo estructural y desampara a los más vulnerables.
Ismael Arroyo, de 15 años, soñaba con ser futbolista profesional. Su ídolo, Neymar Júnior, inspiró horas de entrenamiento y sacrificio familiar para comprarle sus primeros zapatos deportivos. Su hermano Josué, de 14 años, destacaba por su desempeño académico, con excelentes calificaciones que reflejaban su dedicación. Ambos fueron detenidos por militares junto a Nehemías, un joven carismático de 15 años con pasión por el canto, y Steven, de 11 años, quien jugaba al fútbol y soñaba con ser un superhéroe en el campo.
El 8 de diciembre de 2023, salieron a jugar al fútbol en su barrio de Las Malvinas y nunca regresaron. Tras ser capturados por una patrulla del ejército bajo la acusación de un supuesto robo, sus cuerpos fueron hallados 16 días después, carbonizados y desfigurados. Para sus familias, estas muertes son más que un duelo: son un grito de desesperación ante un sistema que los abandonó.
Racismo y pobreza: un cóctel mortal
Luis Arroyo, padre de Ismael y Josué, sostiene que sus hijos fueron víctimas de discriminación racial y prejuicio social. "Eran niños, estudiantes, no delincuentes. Como son chicos de barrios pobres, hacen lo que quieren con ellos", denuncia. En Ecuador, la pobreza y la marginalización de las comunidades afrodescendientes crean un terreno fértil para el abuso de autoridad y el racismo. Los cuatro jóvenes no eran criminales, eran adolescentes con sueños, atrapados en un sistema que los condenó por su origen y su color de piel.
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Nehemías, recordado por su amor al canto, y Steven, un niño lleno de energía que lideraba a sus amigos, compartían las mismas esperanzas de salir adelante, de superar las adversidades de un barrio olvidado por el Estado. Pero esas aspiraciones fueron apagadas por una violencia que aún no encuentra justificación ni responsables claros.
¿Dónde está la justicia?
El Ministerio de Defensa ecuatoriano inicialmente atribuyó la desaparición de los menores a "grupos delincuenciales". Más tarde, reconoció que habían sido detenidos por militares. Sin embargo, las versiones oficiales no convencen. El ministro Gian Carlo Loffredo alegó que la patrulla interceptó a los jóvenes por un supuesto robo. Las familias, apoyadas por organizaciones de derechos humanos, rechazan esta narrativa, insistiendo en que eran inocentes.
Actualmente, 16 militares enfrentan procesos judiciales por su presunta participación en estos hechos. Sin embargo, el escepticismo prevalece. En un país donde la corrupción y la impunidad son moneda corriente, las familias temen que los responsables no reciban un castigo proporcional al horror que infligieron.
El caso ha desatado protestas en Guayaquil y otras ciudades del país. Colectivos sociales, líderes comunitarios y ciudadanos comunes exigen respuestas claras y acciones contundentes. La sociedad ecuatoriana, golpeada por la violencia y la desigualdad, no está dispuesta a olvidar estos nombres.
El funeral que nunca debió ser
Los funerales de los cuatro jóvenes estuvieron marcados por escenas desgarradoras. En el caso de Steven, su abuela se negó a aceptar la realidad: "No lo pudimos ver. Queríamos abrir el féretro, pero estaba sellado. Todavía creemos que están vivos". Para las familias, la rapidez con la que se cerraron las pruebas de ADN alimenta sospechas de irregularidades en la investigación.
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Luis Arroyo llevó al cementerio las medallas de fútbol de su hijo Ismael como un homenaje al sueño que nunca pudo cumplir. Mientras tanto, la música llenó el funeral de Nehemías, en un acto que combinó dolor y resistencia.
El precio del olvido
La muerte de estos niños no solo debe conmocionar a Ecuador, sino al mundo entero. Este caso refleja el colapso de las instituciones y la normalización de la violencia contra los sectores más vulnerables. La indiferencia es un aliado de la impunidad, y no podemos permitir que sus nombres queden en el olvido.
Ecuador tiene una oportunidad de oro para demostrar que la vida de sus ciudadanos, independientemente de su origen, importa. El destino de Ismael, Josué, Nehemías y Steven exige justicia, pero también un cambio estructural que impida que estas atrocidades se repitan.
Fuente:
https://www.bbc.com/mundo/articles/c8dqnl5m755o
????Con la promesa de estabilidad, el gobierno de Milei asegura haber garantizado sólo los vencimientos de deuda de 2025
— En Orsai (@EnOrsai) January 3, 2025
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