
Europa enfrenta una crisis múltiple: un modelo de bienestar insostenible, tensiones geopolíticas globales y la creciente desunión interna, todo en el contexto de una economía que pierde relevancia. Mientras Donald Trump amenaza con un regreso disruptivo, el continente lucha por mantener su peso en un tablero internacional donde Asia toma el protagonismo.
Mural de Banksy en contra del Brexit en la ciudad de Dover.
Jueves 02 de enero de 2025 | 10:56
Europa, la envidia mundial por su modelo de bienestar, enfrenta una tormenta perfecta. La combinación de una economía estancada, tensiones geopolíticas y un creciente descontento social la han sumido en una crisis profunda. El diagnóstico no es alentador: el continente, que alguna vez lideró la modernidad, se encuentra atrapado en un proceso de decadencia que amenaza con desplazarlo del centro de poder global.
La guerra en Ucrania ha actuado como catalizador de este colapso, acelerando dinámicas que ya estaban en marcha. Según Jorge Dezcallar, diplomático y autor de *El fin de una era*, el conflicto no solo reconfigura el mapa de Europa, sino que marca un cambio en la geopolítica global. "Occidente pierde fuerza, el sur global gana peso", asegura. En su análisis, Europa ha sido incapaz de adaptar su estructura de poder heredada de la Segunda Guerra Mundial, mientras países como India y regiones como el Indo-Pacífico emergen como los nuevos centros de gravedad económica y política.
El panorama económico del continente es sombrío. En 2024, se espera un crecimiento apenas del 0,9%, relegando a Europa al rezago frente a regiones como Asia y América Latina. Este estancamiento, sumado a una población envejecida y una fuerza laboral en declive, deja al modelo de bienestar europeo —basado en un gasto social que representa el 50% del total mundial— en una posición insostenible.
Europa se enfrenta a un dilema existencial. Internamente, la falta de unidad en políticas clave como defensa, energía y migración mina su capacidad de actuar con fuerza en el escenario global. La falta de una industria militar cohesionada, donde cada país produce armamento incompatible con el de sus vecinos, es un síntoma de esta desarticulación. Mientras tanto, el Brexit y la fragilidad de las potencias tradicionales, Francia y Alemania, alimentan un clima de desconfianza y parálisis política.
Externamente, las amenazas se acumulan. Donald Trump, que probablemente regrese al poder en Estados Unidos, ya ha señalado su intención de debilitar la OTAN, exponiendo a Europa a una mayor vulnerabilidad frente a Rusia. Trump también ha amenazado con imponer aranceles a las exportaciones europeas, un golpe directo a las economías del continente. En palabras de Dezcallar, “Europa podría quedarse sin dinero, sin armas y sin protección nuclear”.
El auge de partidos populistas y de extrema derecha en varios países europeos complica aún más el panorama. Estas fuerzas capitalizan el descontento ciudadano, pero su avance socava aún más la cohesión necesaria para enfrentar desafíos globales.
Históricamente, Europa construyó su prosperidad gracias a su dominio global en la era colonial, respaldado por la revolución industrial y el control de los mares. Sin embargo, como señala Dezcallar, "Europa tiene el 6% de la población mundial, pero el 50% del gasto social. Es insostenible". Esta desproporción se vuelve más evidente en un contexto donde la población europea envejece y su peso relativo en el PIB mundial sigue disminuyendo.
La pérdida de relevancia no solo es económica. La incapacidad de Europa para desarrollar una política exterior común o una posición coherente frente a potencias como Rusia y China refleja una debilidad estructural. En el caso de Ucrania, si bien el continente ha mostrado una unidad parcial en su apoyo, queda claro que no tiene la capacidad militar para sostener su propia defensa sin el respaldo estadounidense.
El horizonte para Europa es sombrío. Según proyecciones, para 2050 ninguna economía europea estará entre las diez más importantes del mundo. Mientras tanto, el Indo-Pacífico consolida su dominio económico y político, desplazando el eje de poder global lejos del Atlántico.
La decadencia de Europa no es solo un problema para el continente. Su modelo de bienestar y su papel como actor global han sido un referente para el mundo. Pero si no logra adaptarse a las nuevas dinámicas globales, su desaparición del centro de poder tendrá consecuencias que irán más allá de sus fronteras.
Como advierte Dezcallar, "Europa tiene que integrarse más si quiere seguir teniendo peso en el mundo". Sin una estrategia clara y cohesionada, el continente no solo perderá su influencia, sino también el alto nivel de vida que alguna vez lo distinguió.
Fuente:
https://www.bbc.com/mundo/articles/ce3l532p53do