Se inició una cadena de impagos en el sector agropecuario. El derrumbe del precio de la soja a niveles históricamente bajos y el default de importantes empresas como Los Grobo revelan la crisis estructural del modelo agroexportador. Con un sistema de tipo de cambio fijo impulsado por Javier Milei, los reclamos de devaluación y el descontento del campo por el cobro de retenciones desafían la sostenibilidad económica del país. Se está formando la tormenta perfecta desde sector menos pensado, el agro, la fragilidad del modelo Milei.
Walter Onorato // Sábado 28 de diciembre de 2024 | 18:12
(Por Walter Onorato) La caída del precio internacional de la soja a menos de 300 dólares la tonelada marca un punto de quiebre en el sector agropecuario argentino. Empresas como Los Grobo, un emblema de la agroindustria nacional, no solo han incumplido pagos menores, sino que enfrentan deudas de hasta 10 millones de dólares, como lo confirmó su controlada Agrofina ante la Comisión Nacional de Valores. Este panorama, que ya golpeó a otras compañías como Red Surcos, no solo refleja una crisis puntual, sino las consecuencias de un modelo económico que ahoga al sector productivo en nombre de la "libertad".
Los números son elocuentes. Entre 2023 y 2024, el precio de la soja se desplomó más del 50%, y las perspectivas para 2025 proyectan un nuevo piso de 265 dólares por tonelada, en el mejor de los casos. A esto se suma una caída similar en los precios internacionales del petróleo, que Fitch estima en 70 dólares por barril para 2025, limitando aún más las fuentes de ingreso genuino de dólares para el país. Este contexto global adverso deja en evidencia la fragilidad de la política económica del gobierno de Javier Milei, que apostó por un tipo de cambio fijo sostenido artificialmente mediante deuda externa.
El equipo económico liderado por Luis "Toto" Caputo acelera las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en busca de entre 10 mil y 25 mil millones de dólares para sostener una paridad cambiaria cada vez más insostenible. Sin embargo, esta estrategia ya muestra fisuras: la histórica restricción externa argentina —una economía que nunca genera suficientes dólares para cubrir su demanda interna— exacerba los riesgos de una devaluación inminente, que afectaría a toda la cadena productiva.
Los productores agropecuarios, tradicionalmente aliados de los sectores liberales, han comenzado a levantar su voz contra las políticas del gobierno. "La soja es peronista; los insumos los pagamos a precios libertarios, pero vendemos al precio que marca un mercado intervenido. Necesitamos que se eliminen las retenciones ya", expresó Juan Félix Rossetti, un productor santafesino, en un video que rápidamente se viralizó en redes sociales.
En 2024, las retenciones generaron una recaudación récord de 5.500 millones de dólares, un aumento del 80% respecto al año anterior. Para 2025, se espera que esa cifra alcance los 8.165 millones, lo que equivale a un incremento del 50%. Sin embargo, lejos de aliviar al sector productivo, el gobierno decidió reducir otros impuestos, como el PAIS y Bienes Personales, priorizando el consumo urbano en detrimento del agro.
La apuesta de Javier Milei por el endeudamiento como principal vía para garantizar el ingreso de dólares desnuda los riesgos estructurales de un sistema económico diseñado para el cortoplacismo. Este enfoque no solo se aleja de cualquier estrategia sostenible, sino que profundiza la dependencia crónica de financiamiento externo, una fórmula que ya ha demostrado ser desastrosa en la historia reciente de Argentina.
El economista Martín Rapetti, director de Equilibra, subraya las limitaciones de esta visión en relación con los sectores estratégicos de la economía argentina. Según él, ni el litio ni Vaca Muerta son soluciones inmediatas: "La minería y la energía son promesas a largo plazo. En el corto plazo, dependemos de dólares frescos, y esos dólares no llegan". Esta afirmación deja en evidencia que, mientras el gobierno apuesta a mercados externos, el tiempo juega en contra y las expectativas de crecimiento quedan atrapadas en la especulación más que en resultados tangibles.
A esta ecuación se suma un atraso cambiario que compromete gravemente la competitividad del país, especialmente frente a Brasil, uno de sus principales socios comerciales. Según datos de Ternium, el costo laboral en Argentina supera en un 60% al del país vecino. Esta disparidad no solo pone en desventaja a las industrias nacionales, sino que también tensiona las cadenas productivas que dependen de exportaciones, ahondando la crisis del sector manufacturero.
La combinación de estos factores genera un círculo vicioso: el déficit de dólares agrava el atraso cambiario, el atraso cambiario profundiza la pérdida de competitividad, y la pérdida de competitividad reduce las posibilidades de generar ingresos genuinos por exportaciones. En este contexto, el endeudamiento aparece como un parche que solo posterga el ajuste inevitable, mientras se acumulan pasivos financieros que condicionarán a futuras administraciones.
Además, los costos laborales desfasados no son un problema exclusivo de la competitividad internacional. Internamente, estos costos también reflejan la presión inflacionaria y la falta de coordinación en políticas productivas que permitan mejorar la productividad sin sacrificar el poder adquisitivo de los trabajadores. Sin una política industrial clara y con un horizonte de desarrollo, el modelo de Milei parece condenado a repetir los errores del pasado, donde el endeudamiento y el ajuste se retroalimentaron en un espiral de crisis económica y social.
A medida que los márgenes de maniobra del gobierno se estrechan peligrosamente, el fantasma de la devaluación acecha como una salida inevitable, aunque políticamente inaceptable. Las tensiones en el mercado cambiario se intensifican, y las voces de economistas como Nicolás Dujovne y Gabriel Caamaño resuenan con una advertencia cada vez más clara: el sistema de tipo de cambio fijo que sostiene la economía actual no puede prolongarse sin un ajuste drástico.
Este ajuste podría manifestarse a través de una aceleración inflacionaria —que ya golpea con dureza a los sectores más vulnerables— o mediante un salto abrupto en el tipo de cambio que remueva los pilares de la estrategia económica del gobierno de Javier Milei.
El dilema es crítico. Una devaluación no solo significaría una admisión pública del fracaso en contener el desequilibrio cambiario, sino también un golpe devastador para los sectores productivos y los hogares, que ya sufren una inflación superior al 200% anual.
Por otro lado, mantener la paridad actual en un contexto de reservas exiguas se asemeja a jugar al borde del abismo: cada día que pasa sin una corrección aumenta la probabilidad de un colapso abrupto, con consecuencias potencialmente catastróficas para la economía y el tejido social del país.
El impacto de esta incertidumbre se refleja claramente en la situación de Los Grobo, una de las empresas más emblemáticas de la agroindustria argentina. Lo que alguna vez fue un ejemplo del potencial competitivo del sector rural ahora se presenta como un símbolo del desmoronamiento de un modelo económico incapaz de ofrecer estabilidad.
Con deudas impagas que asfixian su capacidad operativa y precios internacionales que no logran repuntar, la compañía enfrenta un panorama sombrío. Esto no solo es el reflejo de una coyuntura internacional adversa, sino también de políticas internas que han puesto en jaque a toda la cadena de valor agroindustrial. El gobierno de Milei, más preocupado por mantener su retórica de “shock de libertad” que por implementar medidas estructurales, parece haber dejado al campo a su suerte, profundizando una de las peores crisis que el sector ha enfrentado en décadas.
El campo, históricamente uno de los motores de generación de divisas del país, ahora opera con márgenes cada vez más reducidos. La combinación de presión fiscal, costos crecientes en dólares y la falta de acceso a financiamiento ha dejado a muchas empresas en una situación límite. Los Grobo no es una excepción, sino un presagio de lo que podría suceder con otras empresas si las condiciones actuales persisten.
Esta declaración de default de Los Grobo, ha encendido las alarmas sobre la sostenibilidad del modelo económico promovido por el gobierno de Javier Milei. Este colapso no solo afecta a una compañía en particular, sino que también pone de manifiesto las falencias de las políticas económicas actuales y su impacto en el sector productivo nacional.
Los Grobo, fundada por Gustavo Grobocopatel, ha sido durante décadas un referente en la producción y comercialización de granos, semillas y agroquímicos. Su crecimiento y diversificación la posicionaron como un símbolo de éxito en la agroindustria argentina. Sin embargo, en los últimos años, la empresa ha enfrentado dificultades financieras significativas, acumulando pérdidas millonarias que la llevaron a una situación de insolvencia.
El default implica la incapacidad de la empresa para cumplir con sus obligaciones financieras, afectando no solo a sus acreedores, sino también a empleados, proveedores y a la cadena productiva en general. Este hecho refleja una crisis más profunda en el sector, exacerbada por las políticas económicas implementadas por el actual gobierno.
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Diversos factores han contribuido a la debacle de Los Grobo, muchos de los cuales están directamente relacionados con las medidas adoptadas por la administración de Javier Milei:
Uno de ellos es la falta de acceso al financiamiento. Las políticas de ajuste y la falta de confianza en el mercado han restringido las fuentes de crédito para las empresas del sector agroindustrial. Los Grobo, al igual que muchas otras compañías, se vio imposibilitada de obtener financiamiento para sostener sus operaciones y expandirse.
La Presión fiscal y regulatoria. Las promesas de reducción de impuestos y desregulación no se han materializado, dejando al sector agropecuario bajo una carga impositiva asfixiante. Esto ha mermado la rentabilidad de las empresas y ha limitado su capacidad de inversión.
Inestabilidad macroeconómica: La falta de un plan económico coherente ha generado volatilidad en los mercados, afectando los precios de los commodities y la previsibilidad necesaria para la planificación empresarial.
Políticas cambiarias erráticas: Las fluctuaciones abruptas del tipo de cambio, sumadas a la ausencia de medidas de protección para el sector exportador, han erosionado la competitividad de las empresas agroindustriales.
El default de una empresa como Los Grobo desencadena una serie de eventos que afectan a múltiples actores:
Acreedores financieros: Bancos y entidades crediticias enfrentan pérdidas significativas, lo que puede derivar en una restricción aún mayor del crédito al sector.
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Proveedores y contratistas: Empresas que suministran bienes y servicios a Los Grobo ven comprometidos sus ingresos, lo que puede llevarlas a situaciones de estrés financiero.
Empleados: La incertidumbre laboral se incrementa, con riesgos de despidos y retrasos en el pago de salarios.
Economías regionales: La caída de una empresa de esta magnitud impacta negativamente en las comunidades locales, disminuyendo la actividad económica y aumentando la desocupación.
El default de Los Grobo es un síntoma de una enfermedad más profunda que aqueja al sector agroindustrial argentino bajo la gestión de Javier Milei. Las políticas de ajuste, la falta de apoyo al sector productivo y la ausencia de un plan económico integral están llevando a la desintegración de uno de los pilares fundamentales de la economía nacional.
La pérdida de competitividad, la disminución de la inversión y la creciente incertidumbre están erosionando la capacidad del país para generar divisas a través de las exportaciones agropecuarias. Esto no solo afecta al sector en sí, sino que también tiene repercusiones en la balanza de pagos, en la estabilidad cambiaria y en la generación de empleo.
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El escenario actual pone al gobierno en una posición paradójica y peligrosa. Devaluar significaría desencadenar una inflación aún más descontrolada, con efectos devastadores para el poder adquisitivo y el empleo. Pero no hacerlo podría resultar igualmente letal, ya que la pérdida de competitividad cambiaria no solo compromete al sector exportador, sino que también amenaza con un desabastecimiento de insumos clave para la producción.
La falta de una política económica coherente que brinde previsibilidad y confianza a los mercados está llevando al país a un punto de inflexión. En este contexto, la devaluación parece más una cuestión de "cuándo" que de "si". Y mientras el gobierno se aferra a una paridad insostenible, la crisis no hace más que profundizarse, dejando a su paso empresas emblemáticas, empleos y sueños destruidos.
Fuentes:
https://www.clarin.com/economia/empresas-agropecuarias-default-campo-crujiendo_0_ByXL4aRwkX.html
????Crecen los ataques contra periodistas en el país y la región, mientras Milei guarda silencio ante las denuncias internacionales por violencia e impunidad. Advierten que Argentina atraviesa un retroceso alarmante en materia de libertad de prensa
— En Orsai (@EnOrsai) December 28, 2024
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