
En una era de inmediatez digital, la superficialidad se impone: el 75% de los enlaces a noticias compartidos en redes sociales son publicados sin que los usuarios hayan revisado el contenido completo. Este fenómeno, investigado por Nature Human Behaviour, agrava la crisis de desinformación global.
Osvaldo Peralta // Viernes 27 de diciembre de 2024 | 16:33
(Por Osvaldo Peralta) La sobrecarga informativa y la velocidad con la que interactuamos en el entorno digital han generado una peligrosa paradoja: nunca había sido tan sencillo acceder a la información, pero también nunca había sido tan superficial la forma en que la consumimos. Un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Nature Human Behaviour pone cifras alarmantes sobre esta realidad: el 75% de las noticias compartidas en redes sociales son replicadas sin que el usuario haya leído siquiera una parte del contenido. Esta práctica, guiada por la urgencia y el sensacionalismo de los titulares, está fomentando un caldo de cultivo ideal para la propagación masiva de desinformación.
El fenómeno, aunque global, encuentra en Argentina un terreno particularmente fértil debido al contexto político polarizado y al impacto de las políticas neoliberales del gobierno de Javier Milei. En un país donde la opinión pública se ve constantemente moldeada por titulares explosivos y narrativas divisivas, este comportamiento contribuye a consolidar burbujas de pensamiento que perpetúan la desinformación y minan el debate público informado.
La investigación revela que, al compartir sin leer, los usuarios actúan impulsados por un deseo de pertenencia y validación social. La mayoría de los clics recaen en titulares diseñados para captar atención en segundos, sin importar si el contenido corresponde a la promesa del encabezado. Esto no solo reduce la complejidad de los temas al nivel de un eslogan, sino que también refuerza narrativas que, muchas veces, son falsas o tergiversadas.
En Argentina, plataformas como X (antes Twitter) y Facebook son escenarios donde estas dinámicas alcanzan su pico. Por ejemplo, durante la campaña presidencial de Milei, titulares llamativos y descontextualizados sobre sus propuestas económicas se viralizaron, generando percepciones distorsionadas entre los votantes. Estudios de la Universidad de Buenos Aires (UBA) demuestran que más del 60% de los usuarios formaron su opinión sobre la dolarización basándose en titulares y no en análisis profundos.
Los algoritmos de las redes sociales, diseñados para maximizar el tiempo de permanencia en las plataformas, también son responsables de esta crisis. Promueven contenido que genera reacciones inmediatas, como enojo o sorpresa, priorizando interacciones sobre la verificación de hechos. La investigación de Nature confirma que los algoritmos amplifican el impacto de titulares sensacionalistas, generando cadenas de desinformación que se replican en cuestión de minutos.
El caso de los despidos masivos en la Secretaría de Derechos Humanos es un ejemplo claro. Titulares que anunciaban "El gobierno reduce burocracia" inundaron las redes, mientras que pocos usuarios se tomaron el tiempo para leer que estas decisiones también ponían en riesgo los juicios contra genocidas de la última dictadura cívico-militar. La narrativa oficial logró instalarse, dejando a los hechos relegados a un segundo plano.
El gobierno de Javier Milei no es un espectador pasivo de este fenómeno. Por el contrario, su estrategia comunicacional se ha basado en explotar la superficialidad de las redes para instalar ideas de manera rápida y eficaz. Desde la promoción de la "casta" como enemigo público hasta la defensa de medidas controversiales como la privatización de la educación y la salud, el uso de titulares efectistas y descontextualizados ha sido clave para consolidar su base de apoyo.
Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en el gobierno. Los ciudadanos también tienen un rol crucial en combatir esta epidemia de desinformación. La educación mediática, el fomento de la lectura crítica y la promoción de espacios para el debate informado son herramientas indispensables para revertir esta tendencia. El compromiso con el análisis profundo y la verificación de fuentes debe convertirse en un eje central de la participación ciudadana en redes sociales.
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La falta de lectura crítica no solo afecta la calidad del debate público, sino que también tiene consecuencias tangibles. La desinformación sobre vacunas, por ejemplo, ha generado un repunte de enfermedades erradicadas en diversas partes del mundo. En el ámbito económico, las falsas expectativas sobre la dolarización promovidas por el gobierno de Milei han creado confusión y pérdida de confianza en los mercados.
En este contexto, la lucha contra la desinformación se presenta como un desafío clave para preservar la salud de nuestras democracias. Sin un compromiso activo de todos los sectores de la sociedad, seguiremos atrapados en un ciclo de superficialidad que beneficia a quienes buscan manipular la opinión pública para sus propios intereses.
Fuentes:
El Banco Central perdió USD 600 millones en un solo día tras el pedido de Toyota de acceder a divisas para importaciones. La corrida cambiaria y el aumento del dólar evidencian un deterioro de un modelo económico que ya no convence al mercado.https://t.co/IaHeltB2FR pic.twitter.com/lp3JdJpqOS
— En Orsai (@EnOrsai) December 27, 2024