Cuando la flamante senadora por Salta, Nora Giménez, juró por la memoria activa de los 30 mil detenidos-desaparecidos, el recinto del congreso nacional estalló en un cálido aplauso.
Domingo 01 de diciembre de 2019 | 09:05
(Por Jorge Giles) Pocos sabrán cuál es la historia de esta mujer menuda, ex presa política de la dictadura, torturada y vejada como pocas, testigo en causas de lesa humanidad y que sufrió la pérdida de sus compañeros de vida y de militancia con una dignidad ejemplar.
Allí está ahora, construyendo una nueva etapa de esta democracia malherida junto a legisladores y funcionarios entrantes que tienen la misma talla y la misma entrega de aquella generación diezmada de la que hablaba Néstor Kirchner.
Y su juramento viene a cuento para alumbrar lo que viene: no es el presente el que se mueve, sino el pasado irresuelto que lo sostiene y reclama continuar y profundizar las asignaturas pendientes en la defensa de una vida digna.
Vamos a volver mejores, se prometió.
Dicen que “la segunda Operación cóndor” está sobrevolando la región. Se vale de traiciones, de embajadas poderosas, de conflictos prefabricados, de represión y muerte, de golpes de estado y de autogolpes en ciernes allende la cordillera.
Como salteño me hace feliz que la mierda de olmedo no nos represente más en diputados, en cambio jura Nora Giménez en el senado. pic.twitter.com/qUwTQdr5Tl
— Guille (@Guille75726189) November 29, 2019
Pero también se vale del desamparo ingenuo de algunas democracias del siglo 21 que fueron capaces de redistribuir el ingreso, hacer crecer el empleo, la producción y el consumo interno y no quisieron o no pudieron hacer crecer y fortificar los anillos de seguridad de las propias democracias o se creyeron un cantón suizo cuando apenas eran un espejo de la América desigual e injusta.
Se dice muy suelto de cuerpo: “lo que pasa en la región no pasará en la Argentina”.
¿No leen la historia acaso? ¿No estudian los procesos sociales y su devenir político en tiempos donde las clases dominantes y el imperio del norte cada vez que ven amenazada su hegemonía, reemplazan la política por la violencia contra el pueblo?
Ya nos pasó. En 1930. En 1955. En 1976. Y no lo decimos para alimentar el miedo, sino para advertir humildemente que en estos tiempos líquidos y vertiginosos es preciso que cada acción soberana, cada plan contra el hambre y cada restitución de derechos vayan acompañados por una tarea titánica de educación, conciencia y cultura que empodere al pueblo y sus organizaciones.
Desde el presidente hasta el último funcionario deberían vestir guardapolvos de maestros enseñando a defender lo que se conquista.
Aprovechemos ahora que se está produciendo el tan soñado trasvasamiento generacional que anunciaba Perón en el siglo pasado. Allí habrá que seguir apostando. A diferencia de otras épocas, esta vez el trasvasamiento sucede con un movimiento popular unido, con el liderazgo vital de Cristina y Alberto, con jóvenes que ocuparán las más altas responsabilidades del Estado y con un proyecto de país inclusivo y organizaciones libres del pueblo que resistieron triunfales el embate de la derecha saqueadora en estos cuatro años de neoliberalismo.
Esta vez no habrá “primavera democrática”. Atacarán desde el primer minuto de la nueva gestión. Que nadie se haga los rulos. La oligarquía terrateniente, los grandes medios hegemónicos, el plan del imperio para la región, los buitres y el FMI, el asedio alrededor de nuestras fronteras, buscarán impedir el paso triunfal de un pueblo que sólo quiere ser feliz. Ni más ni menos.
Si el pueblo sigue unido y movilizado y el nuevo gobierno se muestra decidido a entrar por la puerta grande de la historia, la primavera brotará nuevamente y esta vez será para siempre.
Sólo la memoria nos salvará.
Que así sea.