lesa humanidad

Escalofriante: un genocida confesó qué hicieron con los desaparecidos

Héctor Pedro Vergez fue capitán del Ejército, jefe del Batallón de Inteligencia 601 y del campo de concentración La Perla (Córdoba). En 2016, el Tribunal Oral Federal N°1 de Córdoba (TOF1) lo condenó a prisión perpetua por los crímenes de La Perla, al final de un juicio que se extendió desde diciembre de 2012.

Escalofriante: un genocida confesó qué hicieron con los desaparecidos

Viernes 29 de diciembre de 2017 | 11:45

(Por Waldo Cebrero) Estuvo alojado en la cárcel de máxima seguridad de Bouwer, también en Córdoba, en el pabellón "de los comunes", luego de haber sido sacado del Módulo MD2, el ala de lesa humanidad, a pedido de sus camaradas, que lo acusaban de ser un “asqueroso, camorrero, que se tiraba pedos en la traffic” que los llevaba a las audiencias del juicio.

Vergez es un desclasado entre los militares de la dictadura, un oficial con origen proletario. El hombre que fue “Vargas” o “Gastón” cuando era cuadro de Inteligencia; y “El Porteño”, para los sobrevivientes de La Perla que lo escuchaban hablar en las sesiones de tortura, tiene ahora otro apodo en el ambiente carcelario: “Gillete”, por que lastima por todos lados.

En octubre 1975, cuando Montoneros atacó el Regimiento de Infantería del Monte, en Formosa, Luciano Benjamín Menéndez, que acababa de asumir al frente del Tercer Cuerpo de Ejército, envió a Vergez y a Raúl Pedro Telleldín, jefe de la regional Villa María (Córdoba), a la provincia norteña.

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En una entrevista realizada tiempo atrás -que iba a formar parte de un libro- y que fue develada por el portal EnRedacción, Vergez narró: "A la vuelta, tuve una charla con Menéndez. Le dije que nos teníamos que preparar para la guerrilla, los policías del D2 eran unos pelotudos que no sabían torturar. Los policías sólo preguntan: “Dónde están las armas, dónde está la plata”. Así no logran nada. Entonces le dije: “Mi general, ¿por qué no me da Campo de la Ribera para llevar a los que seguro son guerrilleros? No tenemos que dejar ninguno vivo porque si no después vamos a terminar todos presos”".

Hasta entonces, Campo de la Ribera, ubicado en la zona sudeste de la capital cordobesa, había sido una cárcel militar. Pero a partir de diciembre de 1975, se convirtió en el primer campo de concentración de la ciudad.

"Menéndez preguntó: “¿Y qué más necesitamos?”; “Autos”, le dije. “Y de dónde los sacamos”, “Tenemos que robarlos, mi general, porque si usted se los pide a la Renault no se los va a dar”, le aclaré. “¿Y cómo los piensa robar?”; “Y… de caño, mi general ¡Cómo va a ser!”, le dije. Habremos robado 300 autos, hasta los generales me pedían para regalarles a sus mujeres", relató.

—¿Con quién salía a robar?

—Con la gente del D2 y del destacamento. Siempre nos fijamos que tuvieran un buen seguro. Si no tenían buen seguro, los devolvíamos.

—¿Y La Perla?

—La Perla fue creada porque Campo de la Ribera nos quedaba chico. Además, Menéndez quería un lugar en el que no hubiera policías. En La Perla nunca entraron.

Vergez estuvo al frente de La Perla, el mayor campo de concentración del interior de país, hasta mediados del 1976. Piero Di Monti, uno de los sobrevivientes que más tiempo pasó en ese lugar, declaró: “Cuando yo llegué, el jefe superior era Vergez, que era una figura de gran relieve, respetada por todos. Era el jefe, el líder, el constructor del Comando Libertadores de América, que llega a La Perla tratando de crear, ya en forma oficial, los grupos operativos del Ejército”. En julio fue ascendido y pasó al frente del Batallón 601 de Inteligencia, en Buenos Aires. El cambio de mando dejó al frente de La Perla a su rival histórico, Ernesto “Nabo” Barreiro, con quien hasta hoy mantiene acusaciones cruzadas y “se tiran con muertos” durante las audiencias.

—¿Quién torturaba, si usted dice que no torturaba?

—Ernesto Barreiro, seguro. Después no sé. Yo no lo podía sancionar, nada. Cada uno hacía lo que quería. No era como cuentan los testigos en el juicio, pero no éramos carmelitas descalzas.

El 10 de diciembre de 2014, durante la audiencia 196 del juicio por La Perla, Barreiro pidió a los jueces del TOF1 que desalojaran la sala: quería dar nombres y ubicación de los restos de 19 desaparecidos de La Perla, que estaban en la lista de víctimas de la causa que lleva su nombre. Los cuerpos, dijo, estaban enterrados en los hornos de La Ochoa, la estancia de descanso de Menéndez en el predio de La Perla. Eran, según los querellantes, “muertos de Vergez”. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) ya trabajaba en el lugar el 21 de diciembre de ese año e identificó los restos de cuatro estudiantes de Medicina.

—No hay ningún testigo que pueda incriminarme, Barreiro no tiene pruebas. Esos chicos estaban haciendo una vigilancia para secuestrarme. Me controlaban con las Tonomac, tomaban la radio policial y la radio mía, eso lo hacía Sara Solarz de Osatinsky. Y bueno, les gané de mano (hace seña pulgar para abajo).

—¿Que hacían con los cuerpos de La Perla?

—Cuando se abrió La Perla, yo le pedí a Menéndez que los que ejecutaron a los guerrilleros fueran los jefes y oficiales de la Guarnición Córdoba, muchos ni llegaron a juicio. Aceptó y dijo que él se pondría primero. Después fueron conformando equipos con distintos jefes.

—¿Cómo era el procedimiento?

—Había que hacer un pozo, llevar piedras…

—Siempre se dijo que Menéndez participó del fusilamiento del sindicalista Tomás Di Toffino.

—No lo sé, porque eso fue después de que yo me fui. Habría que preguntarle a la hija, Silvia. Ella quiere saber dónde está el cuerpo de su padre y yo lo entiendo, yo sé dónde está… yo sé dónde están los desaparecidos, ya lo dije…

—¿Dónde están?

—Eh… Cuando vinieron a destruir todas las pruebas, se los desenterró, vinieron oficiales y suboficiales de distintos lugares del país, que ni Menéndez sabe los nombres, no los sabe nadie. Desenterraron los cuerpos, alquilaron una máquina para moler piedras y los pasaron por ahí. Los dejaron chiquititos así como una moneda, es lo que me han contado a mí, me lo contó uno de los imputados, y la mitad los pusieron en la capa más profunda del terraplén donde empieza la ruta que va a La Rioja. Apenas pasa Villa de Soto y empieza La Rioja, en los primeros cien metros a la derecha.

—¿Cómo estaban enterrados?

—En pozos escalonados.

A principios de este año, Vergez dejó Bouwer -su prontuario 59782 lo considera un reo problemático- y fue trasladado al Pabellón B de la Unidad 34 de Campo de Mayo, desde donde sigue por videoconferencia las audiencias del juicio “Vergez-González Navarro”, que lleva adelante el TOF1 de Córdoba y que tendrá sentencia en 2018. De ser hallado culpable, será su tercera condena. En 2012, el Tribunal Oral Federal 5 lo condenó a 23 años por tres desapariciones y cuatro casos de tortura ocurridos en 1977 en Buenos Aires, cuando integró el Batallón 601.

Ahora es juzgado por crímenes cometidos en Córdoba entre 1975 y 1976 por el Comando Libertadores de América (CLA), un grupo clandestino que él lideró, conformado por policías y militares dirigido desde el Batallón 141 de Inteligencia. Vergez es el ideólogo de la represión en Córdoba: comenzó incluso antes que Luciano Benjamín Menéndez se haga cargo del Tercer Cuerpo de Ejército. De su legajo personal surge que llegó destinado a ese destacamento Teniente Primero y luego como Capitán desde el 7 de diciembre de 1974 hasta el 29 de julio de 1976. Algunos de esos crímenes los cuenta en su libro titulado “Yo fui Vargas: el antiterrorismo por dentro”, publicado a fines de los ochenta.

http://indiepolitik.blogspot.com.ar/2017/12/escalofriante-un-genocida-confeso-que.html

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