A mediados del 2018 la prensa europea se horrorizaba con las locuras de D. Trump dentro de las que se encontraban el incumplimiento europeo que generaba una monumental factura, al evitar invertir el 2% del PBI de cada Estado para el mantenimiento del arsenal bélico de la OTAN. Hoy, Bruselas, más trumpista que Trump, lo hace con orgullo, y sobre el bienestar de los europeos. Los antiguamente perturbados son ahora equilibradamente sensatos.
Alejandro Marcó del Pont // Miercoles 13 de julio de 2022 | 08:41
El imperio estadounidense no va a desaparecer… porque Estados Unidos no tiene un imperio (M. Mandelbaum)
El último día de la cumbre del G7, el 28 de junio la administración del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, colocó a cinco empresas chinas en una lista negra comercial por «supuestamente apoyar la base industrial militar y de defensa de Rusia». El mismo día, también agregó a la lista negra otras 20 entidades que tienen conexiones con China por, aparentemente, ayudar a Irán con el apoyo de aplicaciones militares.
El día que Washington anunció sanciones contra empresas chinas, la cumbre del G7 finalizó con un comunicado conjunto. La declaración, que refleja principalmente la actitud, los intereses y el estilo de Washington, está llena de retórica dominante y arrogante, pero también continuó mostrando sus cartas. Mencionó a China 14 veces, no por casualidad sino siguiendo la misma lógica del viaje de Biden a Asia, pocas soluciones económicas y mucho glamour bélico, o la espantosa cumbre (más bien valle) de las Américas, sin ninguna sensación de un anhelo de progreso, solo muestras de postración. En el caso del G7 se prometieron U$S 600 mil millones para un nuevo proyecto de infraestructura global para las economías de mercados emergentes, llamada Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global (PGII), para contrarrestar la iniciativa de la ruta de la seda del régimen chino.
La cumbre de la OTAN, que se celebró en Madrid, contó por primera vez con los máximos líderes de cuatro países de Asia-Pacífico, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, y también por primera vez, el bloque identificó a China en su nuevo concepto estratégico, un documento clave sobre el futuro ensayo de seguridad y el desarrollo militar de la OTAN que se adoptó en dicha reunión.
El jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo en un evento organizado en Bruselas el 22 de junio que es un gran paso para la OTAN incluir a China en su Concepto Estratégico actual, porque «China está cuestionando abiertamente el orden internacional basado en reglas» y plantea algunos desafíos para «nuestros valores, nuestros intereses y nuestra seguridad«.
La inclusión de China en el «Concepto Estratégico» significa que China se convertirá en una prioridad de la OTAN en los próximos años. El foco de la estrategia global y la geopolítica de la OTAN parecen estar en el conflicto Rusia-Ucrania, pero en realidad está en la región del Indo-Pacífico, alrededor de China. Estados Unidos ve a China como un competidor principal y está utilizando todos los medios para contenerlo. Introducir a China es construir o expandir una OTAN asiática o global, promocionando la teoría del «eje del autoritarismo» entre China y Rusia, comparando a Ucrania con la isla de Taiwán y mezclando la seguridad de Asia y Europa.
Como dice Foreing Affairs con todas las letras “el orden basado en reglas creado después de la Segunda Guerra Mundial corre el riesgo de colapsar. Rusia no se contenta con ser un actor responsable en un sistema establecido por otros, y tampoco lo está China, que ha apoyado la agresión de Moscú. Ambos países quieren rehacer el orden para servir a sus intereses autocráticos. Como dijo el presidente estadounidense Joe Biden en Varsovia en marzo, Occidente enfrenta ahora “una batalla entre la democracia y la autocracia, entre la libertad y la represión, entre un orden basado en reglas y uno gobernado por la fuerza bruta”.
Bien, como se ve, si no son aliados de Estados Unidos son autocráticos, no como Trujillo en la República Dominicana, Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Pinochet en Chile, Videla en Argentina, la dictadura de Brasil, Suharto en Indonesia, Marcos en Filipinas, el Sha de Irán… de los que se me vienen a la cabeza, pueden agregar los que quieran en los puntos suspensivos. No eran dictadores porque apoyaban el orden basado en reglas y no perdió la democracia, ni la libertad en estos países, aunque sí gano la represión, y un orden gobernado por la regla de la fuerza bruta, pero estas son nimiedades.
“Washington creía que su primacía incuestionable le permitía determinar el futuro de otros países además del suyo propio. En lugar de utilizar el momento único de dominio estadounidense para profundizar y fortalecer el orden basado en reglas, Occidente dejó que ese sistema se marchitara”. Es realmente esclarecedor seguir a Foreing Affairs cuando dice que Estados Unidos tendrá que reducir su inclinación por el unilateralismo, porque “Washington ignoraba regularmente las reglas que no le gustaban, como cuando intervino en Kosovo en 1999 e Irak en 2003, después de no poder obtener un mandato de la ONU, y cuando torturó a los detenidos durante su guerra contra terrorismo.”
Como queda claro, el mundo basado en reglas las puede romper quien las diseñó, no los demás. Al caer la Unión Soviética, las oportunidades abiertas no fueron aprovechadas, entre otros, por los estadounidenses, y los europeos sufrieron sus propios delirios, creyendo que el fin de las divisiones de la Guerra Fría en el continente significaba el fin del conflicto. Se vieron a sí mismos como Estados posmodernos que podían confiar en la cooperación y las instituciones multilaterales para mantener la paz, a pesar de que la proliferación nuclear seguían siendo una amenaza, y se contentaron con dejar que Washington abordara tales problemas y les pasara la factura después.
La arrogancia estadounidense y las ilusiones europeas dominaron el día, y los líderes occidentales ignoraron las señales, como la invasión de Georgia en 2008 y luego, seis años después, la anexión rusa de Crimea, el impulso de una rebelión separatista en Ucrania, todo sin ninguna lógica, por supuesto. En un momento Wall Street dependía cada vez más de las riquezas chinas, y cuando llegó la pandemia de COVID-19 los países respondieron sin actuar colectivamente contra una amenaza común, sino aplicando políticas de “cada país por sí mismo”. El orden mundial, en resumen, se estaba desmoronando.
La solución pasa, entonces, como primer paso, en crear un nuevo grupo, el G-12, compuesto por los miembros actuales del G-7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos), además de Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y la UE. La OTAN tendría un asiento en la mesa para todas las discusiones relacionadas con la seguridad. Este G-12 es el hogar de casi mil millones de personas y representan más del 60% del PIB mundial y del gasto militar. China y Rusia juntas son más pobladas pero constituyen apenas el 20% de la producción económica mundial y solo el 17% de su gasto militar. La OTAN debe reforzar su presencia desde el Báltico hasta el Mar Negro, y se prepara para recibir a Finlandia y Suecia como nuevos miembros y, por qué no, expandirse por Asia.
En un contexto de agitación sin precedentes, esta es la salida que proponen los EEUU, acompañados por los líderes occidentales, reunidos en dos importantes cumbres. Esto ante la primera gran guerra en Europa, en treinta años, las tasas de inflación más altas en décadas y una crisis alimentaria mundial que empeora rápidamente. Incluso en los desafíos más inmediatos, como la crisis del costo de vida, los líderes del G7 tienen pocas respuestas efectivas que ofrecer. Esto se debe, en parte, si no predominantemente, a que los impulsores clave de la crisis económica global son ellos mismos y la han puesto fuera de control.
Mientras todos juegan a que Ucrania ponga los muertos, los complejos energéticos y bélicos obtiene las ganancias, nadie parecería mirar lo que viene, solo y muy tímidamente la industria alemana. Una interrupción repentina en el suministro de gas de Rusia provocaría una caída del 12,5% en la economía alemana y 5,6 millones de puestos de trabajo se verían afectados, según un estudio presentado por la «Asociación de Empresas Bávaras”. O la degradación del PBI, con la continua inflación como muestra el cuadro.
La alianza de la OTAN trabaja para aumentar la presión sobre Rusia por su conflicto con Ucrania al tiempo que subrayan sus continuas preocupaciones sobre China, como vimos. Este grupo de militantes, que ya ha creado problemas para Europa con su expansión, ahora está tratando de crear su propio capítulo para interferir en Asia-Pacífico.
Fuente: El Tábano Economista