En Chajarí, Entre Ríos, cientos de toneladas de mandarinas criollas se desechan debido a la incapacidad económica de la población para comprarlas. El capitalismo extremo muestra su peor cara al desperdiciar alimentos mientras la gente pasa hambre.
Sofía Arregui // Viernes 28 de junio de 2024 | 18:43
(Por Sofía Arregui) La escena es desgarradora y surrealista: un camión descarga miles de mandarinas en un basurero municipal de Villa del Rosario, en la provincia de Entre Ríos. A su alrededor, montículos de frutas se amontonan, una tras otra, esperando su destino final en la basura. Este desperdicio masivo de alimentos es el resultado de un sistema económico que falla en su más elemental misión: alimentar a la gente.
El productor citrícola y dirigente de la Federación Agraria, Elvio Calgaro, compartió en sus redes sociales un video que documenta este triste espectáculo. En las imágenes, se observa cómo se desechan cientos de toneladas de mandarinas del tipo "criolla" porque el poder adquisitivo de la gente se ha desplomado, impidiendo que puedan comprarlas.
"La lluvia llegó junto con el receso económico. El poder adquisitivo de la gente se cayó, y por lo tanto hay más fruta pero menos consumo", explicó Calgaro en una entrevista para el programa Colonia Agropecuaria de AM550. Lo que antes era un equilibrio entre oferta y demanda, ahora se ha convertido en un exceso de producción que no encuentra salida en el mercado.
Las jugueras, que podrían haber sido una alternativa para procesar esta fruta, están saturadas y dan prioridad al procesamiento de naranjas, un producto más rentable en los mercados internacionales. "Estamos trabajando las 24 horas en la fábrica de nuestra Cooperativa, pero no damos abasto. La fruta se echa a perder porque no hay forma de sacarla al mercado a tiempo", lamenta Calgaro.
El contraste es brutal: mientras toneladas de alimentos se pudren, miles de personas en Argentina pasan hambre. Este es el rostro más crudo del capitalismo salvaje, un sistema donde la rentabilidad prima sobre las necesidades básicas de la población. El esfuerzo y sacrificio de los productores se ven desperdiciados, mientras los costos de producción siguen en aumento. "El gasoil sigue subiendo, los impuestos no paran de aumentar. ¿Cuándo van a parar?", se pregunta Calgaro, visiblemente frustrado.
La situación en la zona citrícola de Chajarí es un microcosmos de un problema mucho mayor. El mercado de mandarinas se distribuye en un 70% para el consumo en fresco, un 20% para la industria y solo un 10% para la exportación. La capacidad de las fábricas de jugo no puede absorber el exceso de producción que no se consume en fresco. "La fábrica está preparada para absorber ese 20%, pero no para que te llegue un 50% de la producción", explica Calgaro.
La crisis económica y la caída del poder adquisitivo han creado un círculo vicioso: los productores no pueden vender su fruta, los consumidores no pueden comprarla, y la industria no puede procesarla. Las consecuencias son devastadoras no solo para la economía local, sino para la moral de los productores que ven cómo su trabajo y esfuerzo terminan en la basura.
Marcelo Casaretto, exdiputado nacional, se hizo eco de esta situación en sus redes sociales, señalando que "en Entre Ríos, se tiran mandarinas que no llegan al mercado por la caída del consumo por el menor poder adquisitivo de los salarios. Javier Milei y Rogelio Frigerio, entre tantos ajustes, debieran ocuparse de la apertura de mercados para producción y consumo". Sus palabras reflejan una crítica directa a las políticas económicas que han llevado a esta situación insostenible.
El caso de Chajarí no es aislado. En muchas partes del mundo, los agricultores enfrentan desafíos similares. La pandemia de COVID-19 exacerbó estos problemas, interrumpiendo las cadenas de suministro y reduciendo el poder adquisitivo global. Sin embargo, el problema subyacente es un sistema económico que prioriza las ganancias sobre las personas.
La situación de las mandarinas en Chajarí es un claro ejemplo de cómo el capitalismo extremo puede llevar al desperdicio de recursos y a la ineficiencia. En lugar de encontrar formas de distribuir estos alimentos a quienes más lo necesitan, se permite que se pudran en los campos o se desechen en vertederos. Esta es una crítica al corazón mismo del sistema: un modelo que no está diseñado para satisfacer las necesidades humanas de manera equitativa y sostenible.
La solución no es simple, pero es evidente que se necesita un cambio fundamental en la forma en que se maneja la producción y distribución de alimentos. Esto incluye políticas que apoyen a los agricultores, promuevan el consumo local y aseguren que los alimentos lleguen a quienes los necesitan, independientemente de su capacidad de pago.
En última instancia, el desperdicio de alimentos es un síntoma de un sistema económico roto. Mientras el capitalismo salvaje continúe dominando, seguiremos viendo escenas como la de Chajarí: toneladas de alimentos desperdiciados mientras la gente pasa hambre. Es hora de reevaluar nuestras prioridades y buscar un modelo económico que valore la vida humana por encima de las ganancias.
Fuente:
Están tirando cientos de toneladas de mandarinas y otras frutas. Se pudren porque la gente no tiene plata para comprarlas, confirmaron desde la Federación Agraria. Hay gente con hambre y fruta tirándose, funciona bárbaro el capitalismo (?pic.twitter.com/loVkXWQyuF
— Arrepentidos de Milei (@ArrepentidosLLA) June 28, 2024