Un rosarino inventó un sistema para convertir agua con sal o arsénico en potable; tiene bajo costo, no contamina y se puede hacer con materiales y tecnología disponibles en el país.
Osvaldo Marcelo Díaz levó su invento a la Universidad del Noreste que lo patentó y comercializa
sumapolitica.com.ar // Viernes 19 de agosto de 2022 | 17:31
(Por Silvia Carafa) La idea revolucionó los métodos para desalinizar que se utilizan en la actualidad y se potencia con un costado humanístico: Osvaldo Marcelo Díaz levó su invento a la Universidad del Noreste que lo patentó y comercializa, porque su mayor satisfacción es hacer un aporte al bien común.
Su nombre recorrió el mundo, millones de personas leen en la web su invento, que ya figura en los libros de textos académicos y escolares al lado de los famosos de la ciencia. Algo que nunca soñó ni se propuso porque lo suyo fue estudio y trabajo, lo mismo que sigue haciendo porque en breve presentará un nuevo prototipo del sistema que ideó, que evita enfermedades por contaminación y cambia la vida cotidiana.
Se trata de un proceso aerotérmico, que requiere de una planta de procesamiento con equipos diseñados especialmente y que permite obtener agua libre no sólo de sal sino de cualquier otro contaminante como el temible arsénico, un cancerígeno que se abate mediante ósmosis inversa, un método no sólo costoso sino que requiere de insumos importados; algo que históricamente fue un dolor de cabeza de autoridades, funcionarios y consumidores.
Es en este contexto donde se dimensiona la importancia del proceso ideado por Díaz, de bajo costo, que hasta se puede utilizar con paneles solares y no requiere insumos importados. “Es un método que la humanidad le va a dar un uso importantísimo”, define Díaz, de bajo perfil y humildad casi virtuosa, que emigró de Rosario a Barranqueras, Chaco, cuando en 1977 ganó un concurso en la por entonces empresa Agua y Energía en la que trabajaba.
Fue por un año y se quedó toda la vida, en un lugar de unos 70 mil habitantes, que lo distinguió como ciudadano ilustre, igual que la Legislatura chaqueña. Es parte de la comisión directiva del Rotary Barranqueras, una entidad que lo ha apoyado en muchas iniciativas y a la que considera muy importante para la ciudad.
Es justamente en su extenso trabajo en grandes usinas termoeléctricas donde llegó a uno de los cargos más altos, jefe de ingeniería de operaciones para todo el noreste del país, donde prestó atención a lo que sucedía en las torres de enfriamiento de las grandes máquinas, donde se producía una “vaporización impresionante de agua y el agua que quedaba se salinizaba, ahí me dí cuenta de que ese efecto podía ser útil”, relata Díaz. Por entonces dictaba la última materia de ingeniería, y junto a un grupo de colaboradores comenzaron las deducciones teóricas del modelo que ahora asombra al mundo pero que, por increíble que parezca, sólo refleja el ciclo natural del agua.
“Los mares están completos de agua salina, tenemos agua dulce gracias a que el aire que está sobre la superficie del mar se llena de humedad ambiente que se forma desde el agua salina, pero que cuando queda en el aire ya no tiene sal, sube a la atmósfera, forma las nubes y producen la lluvia”, describió. Allí estaba la génesis de lo que presentía pero faltaba un largo camino teórico para respaldar la intuición.
Lo primero fue la etapa de estado del arte, primer escalón de toda investigación, para ver lo que había publicado sobre el tema. Pero en “los libros” los diagramas psicrométricos, propiedades termodinámicas del aire húmedo, tenían temperatura que estaban por debajo de la situación que lo había inspirado. De modo que los pasos iniciales fueron calcular una y otra vez los propios gráficos para reflejar las variables del proceso que tenía en mente: desalinizar el agua en base a lo que ocurre en la naturaleza.
Había que relacionar temperatura con la cantidad de agua por kilo de aire. Fueron horas de desvelo, se acostaba y levantaba pensando en el tema. “Como cuando alguien crea una canción, que busca y busca hasta que encuentra lo que quiere expresar, así fui escribiendo cada parte del estudio hasta que los cálculos dieron que a 90 grados la relación era un kilo de agua por kilo de aire”, relata sobre el camino que recorrió y que develó cómo obtener agua pura en cantidades, y utilizando la energía solar, es decir el método de “desalinización más económico y ecológico que creo hay en el mundo”, explicó sobre el momento en que las “ecuaciones hablaron por mí”.
A esa altura, ecuaciones mediante, la intuición se había transformado en un prototipo que después se replicó en las máquinas que hoy ya están operativas en distintos lugares del país, relató Díaz. Y no pasó por alto un recuerdo del día en que se dieron cuenta de que estaban ante algo que nunca se había pensado, algo nuevo. Era la tardecita y para celebrarlo se cruzaron con el ingeniero Felipe Saltó al quiosco frente a la facultad a tomar una cerveza: un adelanto científico que se celebraba en la cotidianeidad de una mesita en la vereda, una especie de Eureka criollo, sencillo y hondo.
“El decano José Bazterra, que había sido alumno mío, me dijo esto lo tiene que patentar y yo respondí que sí, pero que sirviera para la facultad, si había algún beneficio económico que se aplicara para nuevas investigaciones”, relata y dice que en la descripción del invento figura su nombre y la UNNE lo patentó como Desalinizador Aerotérmico. “No me interesaba la patente, sino que fuera un bien para la humanidad”, comenta. En esa etapa también recibió el apoyo de su yerno, Juan Eduardo Dip.