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La caída ya es palpable y hasta se olfatea: el comienzo del final

Por más maquillaje que destinen, las arrugas se notan, las ojeras rutilan y los tics se acrecientan.

La caída ya es palpable y hasta se olfatea: el comienzo del final

Miercoles 27 de marzo de 2019 | 11:04

La caída ya es palpable y hasta se olfatea, no sólo por los datos, el rostro de los transeúntes o las persianas bajas que se multiplican: se evidencia en la desesperación de los que son gobierno. Los amarillos pierden la compostura hasta en las situaciones que antes dominaban tan bien, como la de mentir incansablemente y vomitar su desprecio de clase. Por más maquillaje que destinen, las arrugas se notan, las ojeras rutilan y los tics se acrecientan. Y no porque adviertan que están gobernando mal, sino porque perciben que el latrocinio disfrazado de presidencia está llegando a su fin. Pero esto no es todo: lo que más teme el Poder Real es que haber elegido a Macri como representante –el menos hábil para el cargo- deja expuestas las vampíricas intenciones de siempre y ya no las pueden disfrazar de nada.

Engañar tanto a la sociedad no es gratis. Inyectar mucho odio puede producir un efecto rebote. Exigir al público tamaña credulidad es la mejor forma de menospreciarlo. Seguir alentando las esperanzas en un modelo que no despierta ninguna es la manera más eficaz de aniquilar un país. Los medios hegemónicos hacen esto. Por eso instalaron tantas falacias que se convirtieron en sentencias verídicas y condujeron a muchos votantes a optar por la Revolución de la Alegría. Y después del balotaje siguieron alimentando el idilio entre el mandatario electo con malas artes y los embelesados con el Cambio. Un cambio que no era como lo pintaban, claro está. Por eso el verbo ‘cambiar’ y todas sus versiones hoy parecen palabrotas.

En realidad, el Gran Equipo ha trocado muchas palabras de uso corriente en las peores blasfemias: esfuerzo, diálogo, verdad; hicieron del amarillo un color vomitivo. ¡Hasta han hecho de los timbres aparatos siniestros! Como una fuerza de ocupación se han apropiado de los conceptos para torcerlos hacia el lado oscuro de La Grieta. Este gobierno nefasto y todo el andamiaje mafioso que lo sostiene se han apropiado de muchas cosas: del salario, de la dignidad y hasta de las vidas. Al récord de endeudamiento, inflación y decadencia, el desgobierno de Macri conquistó el puesto del más represor desde el retorno a la democracia: un asesinato cada 21 horas en manos de las fuerzas de seguridad del Estado. Y lo más grave es que se enorgullecen de eso. De todo, por eso recitan que estamos por el buen camino.

El desbande se exhibe en las pantallas: los periodistas acólitos que antes competían por el título del mejor macrista, ahora se acusan entre sí por serlo demasiado. Lo que no abandona el discurso dominante es su afán por envolver al mejor candidato: por ahora es Lavagna y después será otro fulano que garantice obediencia. Pero ya estamos aprendiendo que lo que Ellos señalan como bueno, para nosotros será lamentable.

Podredumbre expuesta

La desesperación comenzó en febrero, aunque debería haber sido antes, por provocar tanto deterioro. La verborragia de D’Alessio ante el empresario Etchebest empezó a desvelar una trama sospechada pero nunca demostrada. Tirar del hilo fue tarea del juez Alejo Ramos Padilla y su equipo, que encontraron en la propiedad del falso abogado y hábil espía indiscreto un botín muy valioso. Ahora quieren voltear a tan entero magistrado por haber narrado en la Comisión de Libertad de Expresión del Congreso una podredumbre paraestatal que existe desde hace mucho. La premura por destituir a Ramos Padilla hace que la organización ilícita de espionaje que involucra agentes de inteligencia, jueces, fiscales y políticos ahora se interprete como estatal.

Si el oficialismo no hubiese salido a tildar al juez de kirchnerista o a defender con tan poco tacto al fiscal Stornelli; si los medios acólitos no hubieran intentado minimizar el caso con la estupidez de que todo fue organizado desde la cárcel; si hubieran asistido a la presentación en el Congreso, no sería tan fácil predecir dónde termina el hilo. Pero cuando el Servicio Penitenciario –que depende del Ejecutivo- no realizó el traslado de D’Alessio al tribunal de Dolores por falta de combustible, la sospecha comienza a fundarse. Más aun teniendo en cuenta la facilidad con que colmaban el tanque de los vehículos y disponían de chalecos y cascos en los espectaculares apresamientos de ex funcionarios K.

Como algo faltaba para llenar las sospechas de certeza, el empresidente comenzó a orquestar el pedido de juicio político a Ramos Padilla en el Consejo de la Magistratura. Los argumentos esgrimidos en la solicitud firmada por el ministro de Justicia, Germán Garavano deberían dejarlo fuera del cargo, como a muchos de los integrantes del Gabinete. Para el funcionario, Ramos Padilla tuvo una “manifiesta actuación irregular y violatoria de los deberes de imparcialidad y reserva que todo juez debe guardar respecto de las causas que tramitan ante sus estrados y en resguardo de los derechos de las partes involucradas”. Ellos esgrimen eso, cuando han consentido que los titulares aparezcan antes que las resoluciones; cuando guardan silencio ante las sentencias sin pruebas; cuando celebran las prisiones preventivas y las condenas exprés y que hacen un show con cada allanamiento. Si Ramos Padilla habló ante el Congreso fue porque el juez Ercolini lo obligó a la apertura del secreto de sumario. Si quisieran una Justicia independiente en serio, se preocuparían más por el trasfondo de esta historia y en lugar de cargarse a Ramos Padilla, buscarían destituir a casi todos los habitantes de Comodoro Py.

Tan desesperados están los amarillos, que impulsan un proceso de destitución a pesar de que no tienen mayoría en la Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura. Cualquiera que los apoye en esta maniobra, quedará manchado por complicidad con la mafia. Los que contribuyeron a mantener la gobernabilidad con la aprobación de leyes destructivas, deberán entender ahora que la gobernabilidad se consigue no apoyándolos.

Ahora es tiempo de hacer lo que no se ha hecho hasta ahora: empezar a interpelar a funcionarios impresentables, como Patricia Bullrich, Laura Alonso, Germán Garavano, Elisa Carrió, Paula Olivetto y por qué no al propio fiscal Stornelli y el juez Bonadío. El futuro demanda que limpiemos tanta escoria. Si triunfan en esto, la oscuridad reinará para siempre.

Fuente: https://apuntesdiscontinuos.blogspot.com/2019/03/el-comienzo-del-final.html

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