Lejos de su poder de fuego sindical contra el Gobierno ligado a los medios de transporte, el devenir político del pope cegestista opositor, Hugo Moyano, no ha sido el soñado para el camionero que aspiraba a convertirse en el “Lula” argentino, a pesar que las enormes diferencias que lo separan con el líder sindical y político brasileño.
Por Ángel Lisboa // Martes 30 de junio de 2015 | 11:18
Tras el estruendoso fracaso de su debut electoral con partido propio (Cultura, Educación y Trabajo) en 2013 en alianza con el empresario colombiano Francisco De Narváez, ahora Moyano apuesta a todas las alianzas opositoras al kirchnerismo: coló un candidato propio en las listas bonaerenses del macrista-radical-lilito Cambiemos, su hijo Facundo va a la cabeza de la boleta de diputados del massista Frente Renovador y vuelve a intentar con su sello propio en la ciudad de Buenos Aires donde nunca superó el piso electoral de las Paso.
Decidido a sellar un “pacto social” con Mauricio Macri si el líder PRO llega a la Casa Rosada por la “necesidad de corregir las cosas malas del kirchnerismo” –se justificó el camionero-, Moyano no obtuvo todo lo que quería del jefe de Gobierno porteño con quien comparte el mismo criterio para el negocio de la basura. Aunque con los mismos objetivos, logró ubicar a unos de sus hombres de confianza en la lista bonaerense de Cambiemos como cuarto candidato a diputado provincial al gremialista del CEAMSE Jorge Mancini en la primera sección electoral bonaerense, que reparte 15 bancas a la Legislatura provincial.
Un lugar al que no pudieron aspirar ni la UCR como principal socio macrista, que entregó su fuerza territorial a favor de su alianza con el PRO, ni mucho menos los seguidores de Elisa Carrió, quien señaló al camionero como parte de “la mafia” cuando Moyano tributaba al oficialismo. De eso no se habla en la provincia ni a nivel nacional.
Como reaseguro, su hijo Facundo Moyano va por su reelección como primer diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en la lista UNA, la sociedad que Massa selló con el gobernador cordobés Juan Manuel de la Sota. La audacia del propio Facundo, que jugó al massismo pero que no es parte del Frente Renovador, coloca de nuevo en el candelero al sindicalista del gremio del Peaje que su papá creó a medida.
Allí tampoco, ni siquiera un tandem massista de primera hora como el matrimonio Graciela Camaño-Luis Barrionuevo logró lo que consiguió el camionero.
Igual, el camionero insiste en instalar su partido en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más esquivo para sus aspiraciones electorales. Ahí, el sindicalista judicial Julio Piumato –uno de los organizadores junto a los fiscales anti K de la marcha por la muerte del ex fiscal de la UFI Amia Alberto Nisman- va al frente de la boleta propia en sociedad con el titular de la Fundación La Alameda, Gustavo Vera, que consiguió una banca en la Legislatura porteña de la mano de la disuelta sociedad electoral de Fernando “Pino” Solanas y Elisa Carrió pero que no consiguió superar el piso de las PASO porteña para jefe de Gobierno.
De última, Moyano mira de reojo lo que pueda hacer el diputado de su partido y sindicalista de los canillitas, Omar Plaini, con su decisión de apostar a Daniel Scioli. Plaini logró su reelección como diputado –a la que había accedido por el Frente para la Victoria— en la alianza moyanista con De Narváez en la provincia de Buenos Aires, donde solo consiguieron bancas el Colorado y el canillita.
Una apuesta con varias fichas pero lejos de sus aspiraciones para un Moyano que rompió con el oficialismo tras su frustrado intento de transformarse en el Lula vernáculo, tratando de imponer en las listas del kirchnerismo a los exponentes de una burocracia sindical que respondan a sus propios intereses. Moyano apuesta en la ruleta electoral a varias opciones pero ninguna de ellas a un pleno que pueda hacer saltar la banca.