El irlándes John Banville recibió uno de los galardones más importantes de España. Se destacó tanto sus novelas 'serias' como las policiales que escribió con el seudónimo de Benjamin Black.
John Banville fue contratado para revivir uno de los detectives más famosos de la literatura, Philip Marlowe.
Guillermo Belcore // Miercoles 04 de junio de 2014 | 17:49
George Steiner, ese crítico insigne, dijo de él que es el mejor estilista de la lengua inglesa. Tiene una prosa bellísima, pulida hasta que refulge como el sol. Las ideas que transmite no suelen opacar esa escritura suntuosa. Ha dado a la imprenta alguna de las mejores obras de nuestro tiempo, como ‘El mar’, ‘El intocable’ o ‘Antigua luz’. Noveló a Kepler, Newton y Copérnico. Creó una segunda identidad para forjar atractivas tramas policiales. Le fue tan bien con el seudónimo de Benjamin Black, que se lo contrató para revivir nada menos que a uno los detectives más famosos (Philip Marlowe). En esta última empresa (’La rubia de ojos negros’ llegó dos meses atrás a la Argentina) recibió buenas críticas. A mí me gustó mucho. Hablamos, naturalmente, del irlandés John Banville. Esta tarde se hijo justicia: fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014.
Las agencias de noticias destacan que la candidatura de Banville, propuesta por José Antonio Pascual Rodríguez, vicedirector de la Real Academia Española, y por el embajador de España en Irlanda, Javier Garrigues, se impuso en las últimas votaciones en la ciudad de Oviedo a las del inglés Ian McEwan y el japonés Haruki Murakami, otros dos pesos pesados. El jurado ha destacado del irlandés «su inteligente, honda y original creación novelesca, y a su otro yo, Benjamin Black, autor de turbadoras y críticas novelas policíacas».
«La prosa de John Banville se abre a deslumbrantes espacios líricos a través de referencias culturales donde se revitalizan los mitos clásicos y la belleza va de la mano de la ironía. Al mismo tiempo, muestra un análisis intenso de complejos seres humanos que nos atrapan en su descenso a la oscuridad de la vileza o en su fraternidad existencial», sostiene el jurado.
Copiamos algunos datos básicos. Banville nació en Wexford (Irlanda) en 1945. En sus comienzos trabajó como periodista. Fue editor del The Irish Times. En la actualidad es colaborador habitual de The New York Review of Books. En 1989 alcanzó la final, por primera vez, del Premio Booker con El libro de las pruebas. Un galardón que logró recién en 2005 con El Mar, que ese año había sido consagrada, además, por el Irish Book Award como mejor novela del año. En 2011 recibió el prestigioso Premio Franz Kafka, considerado la antesala del Nobel. Tarde o temprano los mandarines de Estocolmo fijarán sus ojos en el elegante vate de Dublín. Estoy seguro.
Debe mencionarse que el irlandés nunca pasó por la universidad. Se formó en mil lecturas, en las calles y tabernas y en la redacción de los periódicos, como se dijo. Joyce, nada menos, ha sido su referente primordial. Se hizo amigote del escritor argentino Rodrigo Fresan, a quien una vez convirtió en personaje. Algo más de su estilo sublime hay que decir: los párrafos de Banville son macizos, exuberantes, ricos en vocabulario e ideas fecundas. Los diálogos, vivaces; suele hilvanar una sucesión de cautivantes escenas teatrales, incluso absurdas. Menudean las alusiones clásicas o eruditas en sus páginas. Tiene un dominio de la metáfora, admirable. Este poeta en prosa, entre otros logros, ha vuelto a la elevar la vieja y hoy desdeñada descripción a la categoría de obra de arte. Sugiero a los lectores de EnOrsai no dejarlo pasar. Puede empezarse con cualquiera de las obras mencionadas más arriba.
Se ha dicho que los mejores escritores ingleses son irlandeses. Shaw, Burke, Wilde, Swift, Joyce y Beckett surgieron de la cantera celta. Agréguese a la lista a John Banville.