La detención del senador Edgardo Kueider por contrabando y lavado de dinero en Paraguay no solo expone la debilidad del interbloque oficialista en la Cámara Alta, sino que también obliga al gobierno de Javier Milei a enfrentar un caso emblemático de corrupción que amenaza con erosionar su ya cuestionada credibilidad política.
Redacción EnOrsai // Viernes 06 de diciembre de 2024 | 05:30
La detención del senador entrerriano Edgardo Kueider en Paraguay con más de 200 mil dólares sin declarar desató un terremoto político en el interbloque Las Provincias Unidas (LPU), uno de los pilares legislativos del gobierno de Javier Milei. Este grupo de senadores, creado por el influyente Santiago Caputo para consolidar poder en el Senado, enfrenta ahora un golpe que no solo compromete su estabilidad, sino que también expone las grietas internas de un armado político que había prometido una "renovación" en la política argentina.
Desde el inicio, el escándalo dejó en evidencia el débil entramado del LPU. La reacción del bloque fue tan caótica como insuficiente: un comunicado genérico que exigía "que la Justicia investigue hasta el esclarecimiento", mientras sus integrantes discutían en privado las formas de limitar el daño. Para agravar la situación, rumores sobre una posible maniobra de falsificación de documentación para encubrir a Kueider circularon por los pasillos del Senado, aunque finalmente no se concretaron.
La estrategia del presidente Javier Milei para despegarse del escándalo fue inmediata pero superficial. A través de un tuit, intentó adjudicar la figura de Kueider al kirchnerismo, compartiendo una boleta electoral de 2019 en la que el senador figuraba junto a Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Sin embargo, esta maniobra de distracción no resistió el escrutinio público.
Kueider no solo era un aliado clave en el Senado para el oficialismo, sino que había sido una pieza fundamental en la construcción de mayorías circunstanciales que favorecieron la agenda legislativa de Milei. Su voto a favor de la controvertida Ley de Bases y su rol al frente de la estratégica Comisión de Asuntos Constitucionales demuestran que el senador entrerriano era mucho más que un espectador en el esquema político libertario.
La respuesta de Cristina Fernández de Kirchner no se hizo esperar. Con la contundencia que la caracteriza, replicó en redes sociales: "Si hubiera sido mío, no votaba la Ley de Bases, querido Javier. Te gusta el durazno pero no te bancás la pelusa. Besis". Esta chicana no solo desactivó el intento de Milei de desligarse del caso, sino que también evidenció el oportunismo del gobierno al explotar alianzas sin asumir las consecuencias políticas de sus errores.
Si hubiera sido mío no votaba la Ley de Bases querido Javier.
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) December 5, 2024
Te gusta el durazno pero no te bancás la pelusa.
Besis. https://t.co/o1rvQCq3N0
Mientras Milei intenta sobrevivir al escándalo, en el Senado la situación es cada vez más insostenible. La eventual destitución de Kueider podría abrir la puerta para que Stefanía Cora, una legisladora cercana a La Cámpora, ocupe su lugar. Este movimiento fortalecería al bloque peronista, que quedaría a tan solo tres bancas del quórum propio, mientras el interbloque oficialista se debilitaría aún más.
Por su parte, la vicepresidenta del Senado, Victoria Villarruel, enfrenta un dilema político: ¿debe defender a Kueider y arriesgarse a un desgaste en la opinión pública o soltarle la mano para salvar las apariencias? Las discusiones entre los senadores libertarios oscilan entre el cálculo político y el miedo al impacto mediático que podría generar una postura tibia frente a la corrupción.
El caso Kueider no es solo un episodio aislado de corrupción; es un síntoma de las contradicciones internas y la falta de cohesión en el gobierno de Javier Milei. La alianza con figuras controvertidas y la incapacidad para manejar crisis de este tipo ponen en jaque la narrativa de transparencia y cambio que el libertarismo había prometido.
El escándalo también resalta las tensiones entre los distintos actores políticos que orbitan en torno al Senado. La maniobra de La Cámpora para aprovechar la debilidad de Milei y fortalecer su posición en la Cámara Alta demuestra que el peronismo sigue siendo un jugador astuto en el tablero político. Sin embargo, el caso también evidencia que las alianzas oportunistas del oficialismo tienen un costo elevado, tanto en términos de legitimidad como de capacidad operativa.
El caso Kueider es un recordatorio brutal de que las promesas de renovación y honestidad del gobierno de Javier Milei no se sostienen frente a la realidad política. Con aliados cuestionados y una estrategia de comunicación que prioriza el oportunismo sobre la coherencia, el oficialismo enfrenta un desafío monumental: recuperar la confianza de una ciudadanía que observa incrédula cómo el cambio prometido se desmorona ante el peso de los escándalos.
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