El 22 de agosto de 1972, la base naval Almirante Zar se convirtió en el escenario de un acto de barbarie que reveló el inicio de una era de represión sistemática en Argentina. A través de la historia de la Masacre de Trelew, se destapa el oscuro entramado de una dictadura militar que, aunque encubierta bajo el manto de la legalidad, actuó con una brutalidad inhumana que perdura hasta hoy.
Nicolás Valdez // Jueves 22 de agosto de 2024 | 12:12
(Por Nicolás Valdez) En el umbral de la dictadura cívico-militar que desangraría a Argentina entre 1976 y 1983, el 22 de agosto de 1972 marcó un punto de inflexión sombrío en la historia nacional. En esa fecha, la base aeronaval Almirante Zar en Trelew fue testigo de un acto de represión que no solo significó la ejecución de dieciséis presos políticos, sino que también reveló las primeras grietas del terrorismo de Estado que se avecinaba. Esta masacre no fue un hecho aislado, sino un preludio de la violencia sistemática y organizada que caracterizaría el régimen militar posterior.
Los eventos de aquella madrugada en Trelew se desencadenaron después de un intento fallido de fuga por parte de veinticinco detenidos políticos de la Unidad 6 del Servicio Penitenciario Federal en Rawson. La fuga, parcialmente exitosa, vio a seis militantes escapar a Chile, mientras que diecinueve fueron recapturados y llevados a la base naval de Almirante Zar. Este traslado, lejos de ser un procedimiento común, fue una maniobra deliberada para sentar las bases de una represión aún más brutal.
El gobierno de facto de Alejandro Lanusse, que había heredado el poder en un contexto de creciente inestabilidad política, no dudó en usar el fusilamiento como una herramienta de control y represalia. Bajo el pretexto de un intento de fuga, las fuerzas armadas ejecutaron a dieciséis de los diecinueve detenidos. Este acto de violencia no solo rompió con los protocolos legales y humanitarios, sino que estableció un peligroso precedente para el uso indiscriminado de la violencia por parte del Estado.
El relato oficial intentó disfrazar el acto como una respuesta legítima a una amenaza inminente, pero los testimonios de los sobrevivientes, como María Berger, Carlos Alberto Camps y Ricardo René Haidar, desmintieron esta versión. Sus declaraciones, aunque valientes, solo lograron exponer la verdad de una operación planificada y ejecutada con frialdad y premeditación. La brutalidad del ataque, lejos de sofocar la resistencia, encendió un fuego de indignación y resistencia en la sociedad argentina.
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La masacre de Trelew no solo significó la pérdida de vidas, sino que también dejó una marca indeleble en la memoria colectiva. Fue el primer gran acto de represión interna de las fuerzas armadas que se enmarcó en el contexto de un Estado de sitio y una serie de medidas represivas que buscaban erradicar cualquier forma de disidencia. La brutalidad de estos eventos fue un claro indicio de la violencia que se institucionalizaría durante la dictadura militar, cuyos métodos se verían reflejados en el terrorismo de Estado a gran escala que se instauraría a partir de 1976.
El proceso judicial por la Masacre de Trelew tardó más de tres décadas en dar frutos. En 2012, finalmente, tres de los marinos responsables fueron condenados a prisión perpetua, pero el caso sigue abierto. La justicia argentina aún persigue a uno de los principales responsables, el teniente de navío Roberto Guillermo Bravo, quien reside en Miami y cuyo intento de extradición ha sido bloqueado por las autoridades estadounidenses bajo el argumento de que se trata de un delito político.
El impacto cultural de la Masacre de Trelew se sintió profundamente en el arte y la sociedad. Durante los años 70, artistas como Víctor Grippo, Luis Pazos y Juan Carlos Romero utilizaron sus obras para denunciar la represión y expresar el dolor y la resistencia ante la barbarie. Obras como "Construcción de un horno popular para hacer pan" y "La realidad subterránea" se convirtieron en poderosos símbolos de la lucha contra la opresión. Estas manifestaciones artísticas no solo servían para visibilizar la brutalidad del régimen, sino que también actuaban como un medio de resistencia y de preservación de la memoria histórica.
A pesar de la represión y el intento de silenciar a la oposición, la memoria de los caídos en Trelew y el rechazo a la impunidad continúan siendo un pilar fundamental en la lucha por la justicia. La valentía de los sobrevivientes y la perseverancia de los familiares y activistas han mantenido viva la llama de la memoria y la exigencia de justicia.
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La Masacre de Trelew es un recordatorio constante de la capacidad del Estado para ejercer violencia en nombre de la estabilidad y el control. A través de esta trágica historia, se revela la verdadera cara de un régimen que, bajo el pretexto de mantener el orden, se convirtió en el principal violador de los derechos humanos. La búsqueda de justicia y el reconocimiento de la barbarie de 1972 siguen siendo esenciales para evitar que tales atrocidades se repitan y para honrar la memoria de aquellos que lucharon por un mundo más justo.
Fuentes:
https://www.argentina.gob.ar/noticias/letras-que-honran-la-memoria-50-anos-de-la-masacre-de-trelew
https://www.educ.ar/recursos/158367/22-de-agosto-50-anos-de-la-masacre-de-trelew
https://elhistoriador.com.ar/22-de-agosto-de-1972-masacre-de-trelew/
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