Akapol, la empresa detrás de marcas icónicas como Voligoma y La Gotita, ha suspendido a todos sus trabajadores en la planta de Zelaya por 60 días. La drástica medida revela la profundidad de la crisis económica y la incertidumbre que acecha a la industria nacional.
Santiago Ríos // Viernes 24 de mayo de 2024 | 07:37
En un movimiento que sacude los cimientos de la industria manufacturera argentina, Akapol, la célebre fabricante de pegamentos, ha anunciado la suspensión de todos sus trabajadores en la planta de Zelaya, partido de Pilar. A partir del 1 de mayo y hasta el 30 de junio, los 150 operarios de la empresa no pondrán un pie en la fábrica, sumándose así a la lista de víctimas de un ajuste económico implacable que afecta a numerosas industrias del país.
Las razones detrás de esta decisión son claras: una caída drástica en las ventas y un stock acumulado que cubriría las necesidades del mercado por cinco meses. Según declaraciones obtenidas por pilaradiario.com, la empresa ha manifestado que la demanda ha disminuido notablemente desde principios de año, empujándolos a esta suspensión masiva.
Akapol no es una compañía cualquiera. Fundada en 1960, la empresa ha sido un pilar de la industria química en Argentina, con un vasto catálogo de productos que incluye marcas tan reconocidas como Voligoma, La Gotita, Poxipol, Poxilina, Poxi-Ran y Fastix. Sus instalaciones en Zelaya, que ocupan casi 18.000 metros cuadrados y están equipadas con maquinaria de última generación, representan un bastión de la producción nacional. Sin embargo, ni su prestigio ni su infraestructura han podido protegerla del embate económico actual.
El escenario es desolador. Además de la paralización total de la producción, solo un reducido grupo de empleados fuera de convenio y personal de despacho permanecerán en la planta. Esta medida refleja la severidad de las subas en los costos de servicios y otros factores que han hecho insostenible la operación a plena capacidad.
La situación de Akapol es parte de una tendencia preocupante que afecta a otras grandes empresas del sector. Ejemplos recientes incluyen a FV, que ha suspendido a 800 operarios, y Whirlpool, que ha despedido a 60 empleados. Estos casos evidencian una crisis más amplia y profunda en el sector manufacturero, que pone en peligro miles de empleos y la estabilidad económica de numerosas familias argentinas.
El futuro de Akapol ya había sido tema de especulación y alarma. En 2021, durante la gestión de Alberto Fernández, el economista Miguel Boggiano, asesor del actual presidente Javier Milei, había pronosticado que la empresa podría trasladarse a Uruguay, donde los costos operativos serían un 60% más bajos. Aunque Akapol había invertido en una planta en Uruguay en 2008, nunca anunció oficialmente un traslado definitivo. Sin embargo, la mera posibilidad de tal movimiento subraya la fragilidad de las operaciones industriales en Argentina ante un entorno económico adverso.
El impacto de esta suspensión se extiende más allá de los muros de la planta de Zelaya. Los trabajadores y sus familias enfrentan dos meses de incertidumbre económica, con la posibilidad latente de que esta medida se extienda o, peor aún, que desemboque en despidos definitivos. La comunidad de Pilar, que depende en gran medida de la actividad industrial para su sustento económico, también se ve gravemente afectada.
Las autoridades y sindicatos han expresado su preocupación. Desde la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa y Emprendedores de la Nación (Sepyme), se ha intentado calmar las aguas con visitas a la planta y la promoción de planes como la ‘Estrategia Productiva Federal’. Sin embargo, estas iniciativas parecen insuficientes frente a la magnitud de los desafíos actuales.
En un contexto donde la inflación y la devaluación golpean con fuerza, la industria argentina se encuentra en una encrucijada. La suspensión en Akapol no solo es un síntoma de una crisis particular, sino también un reflejo de los problemas estructurales que aquejan al país. Las medidas de ajuste adoptadas por empresas y la falta de políticas efectivas para contrarrestar estos efectos generan un clima de inestabilidad y desasosiego.
La situación requiere respuestas urgentes y efectivas. La industria necesita un alivio que no solo contemple la reactivación económica a corto plazo, sino también un plan sostenible que permita a las empresas competir en el mercado global sin recurrir a medidas extremas que perjudiquen a sus trabajadores.
Mientras tanto, los operarios de Akapol y sus familias esperan con ansiedad la llegada del 30 de junio, con la esperanza de que la producción se reanude y sus empleos se aseguren. La incertidumbre persiste, y el futuro de una de las empresas más emblemáticas del sector sigue siendo una incógnita.
Fuente:
XXXXXXXXXXXXXXXXXX