En esta nota no vamos a hablar de relaciones internacionales como tradicionalmente se hace (analizando el contexto internacional y las interacciones entre estados y bloques regionales), sino que se busca abordar esa otra labor diplomática que se ejerce desde los niveles subnacionales.
agenciatimon.com // Lunes 20 de julio de 2020 | 14:19
(Por Lic. Federico Peruzzato) Si bien podemos reconocer, sin demasiado esfuerzo, que los tiempos en que vivimos cambian a gran velocidad –sobre todo de la mano de las tecnologías de la información-, no es tan fácil lograr de forma intuitiva una apreciación considerable de las consecuencias que esto conlleva. Como plantea Khanna, la conectividad es la norma en nuestra era, y se presenta como un impulso que se refleja en el hecho de que cada vez más gente accede a tecnologías asociadas a la comunicación y la información, así como personas, bienes y servicios se mueven como nunca antes alrededor del mundo.
LA DIPLOMACIA EN RED
Habida cuenta de esta tendencia, las funciones de gobierno se ven atravesadas por nuevas exigencias, las cuales necesitan de una articulación cada vez mayor en la búsqueda de respuestas eficientes. Si la cercanía con el mundo es el aspecto más destacado, es entonces que los organismos con funciones diplomáticas orientadas a los vínculos transnacionales deben prestar especial atención a estos procesos.
Manfredi proponía una diplomacia que funcione en red. Un modelo así amplía el número de actores intervinientes, así como los temas abordados; lo cual se traduce en una mayor representatividad de intereses y una mejor absorción de demandas por parte del sistema político, contribuyendo a robustecer el juego democrático.
Además de la apertura del juego a otros actores no estatales, la canalización y representación de demandas y la mayor transparencia, una diplomacia de tipo red contribuye también a una mejor articulación intra e interburocracia, a partir del acceso a la documentación, el intercambio de información y la mejor identificación de las prioridades en la agenda política, facilitando el proceso de toma de decisión.
LOS NODOS EN LA RED
Teniendo en cuenta la multiplicidad de actores que intervienen tanto en la escena nacional como en la global –a la par de los Estados nacionales- y la abundante disponibilidad a nivel mundial de imputs que pueden servir como materia prima para los procesos institucionales de los mismos, es indispensable que los canales tradicionales de la diplomacia se pongan también al servicio de estas organizaciones, funcionando mancomunadamente en el marco de la articulación público-privada. Es entonces que asociaciones, fundaciones, universidades, clubes y otras organizaciones de la sociedad civil participan de acciones globales con el objetivo de promover diversos intereses.Estas acciones de tipo transnacional pueden ser potenciadas por el respaldo de agencias estatales, como las de nivel subnacional –municipales y provinciales en la Argentina-. Globalmente, incluso se ha propuesto el concepto de diplomacity, entendido como diplomacia de las ciudades. La gran actividad diplomática que desarrollan los gobiernos de diversas ciudades -sean o no capitales-, abarca la atracción de inversiones mediante sus agencias especializadas, gestionar acuerdos comerciales, o incluso la implementación de políticas que no son impulsadas a nivel nacional, como la reducción de las emisiones de CO2.
EMPRESA, ¿PARTE DE LA SOCIEDAD CIVIL?
El concepto de Responsabilidad Social Empresaria fue introducido durante el siglo pasado como aproximación a una función social activa de las empresas, las cuales debían preocuparse por sostener/mejorar –o al menos no empeorar- las condiciones de vida en su comunidad. El problema con este concepto es que estas acciones terminaban en una filantropía esporádica e inconexa, ya que el concepto de bienestar social confrontaba con el de búsqueda de ganancias en la mentalidad empresarial del momento. El concepto de valor compartido, propuesto por Porter y Kramer parece zanjar esta brecha, proponiendo un beneficio mutuo que elimine la vista cortoplacista en la búsqueda de ganancias y tienda a un desarrollo en el largo plazo favorable tanto a la empresa como a la comunidad donde desarrolla su actividad.
A partir del valor compartido es que podemos invocar la noción de trabajo en red dentro de la RSE, ya que involucra la participación de otros actores –estatales y no estatales- en la ejecución de acciones que las empresas buscarán desarrollar para el beneficio del entorno social. La labor diplomática debe encontrar una cabeza de playa en este concepto para desenvolver su acción en articulación con el mundo empresarial, buscando maximizar los potenciales beneficios que se puedan generar para una población determinada, mediante la búsqueda de actores transnacionales cuya participación sea de provecho.
¿Y ENTONCES?
Al día de hoy, nuestro país cuenta con mecanismos de coordinación entre el servicio diplomático estatal y los actores no gubernamentales, aunque el potencial aún inexplorado es enorme. Las direcciones de relaciones internacionales de los municipios, las secretarías y subsecretarías del mismo talante de las provincias, e incluso la misma Cancillería podrían profundizar todavía más en estrategias de este estilo, abarcando ámbitos de trabajo desatendidos e incluyendo nuevos actores. Por otro lado, además de servir para tratar las cuestiones traídas por los actores intervinientes, un efectivo sistema de diplomacia en red, articulado correctamente, es un método eficiente de promoción de los intereses nacionales, mediante acciones como la promoción de la marca país. Aún desde una óptica donde se privilegien únicamente los intereses del Estado, la diplomacia en red se muestra útil como método de despliegue de poder blando.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Dicho todo esto, se hace patente la necesidad de articular cada vez más relaciones entre los distintos actores sociales, pertenecientes tanto a agencias estatales, empresas u organizaciones de la sociedad civil; las cuales deben ser potenciadas por los organismos con funciones diplomáticas a partir de los influjos transnacionales que el paradigma de conectividad ofrece.
Hoy el mundo debate acerca de la vitalidad del orden global a imagen y semejanza de los Estados Unidos, el cual se deteriora con el avance de China y las políticas anti-globalistas de Trump, así como con los gobiernos de derecha en Europa y el Brexit. Sin embargo, globalización y su paradigma de conectividad hicieron posible el contexto actual de pandemia, mostrando a su vez que las principales agendas –o al menos las más acuciantes- son transnacionales (cambio climático, tráfico de drogas, delitos cibernéticos, crisis naturales, financieras y de salud). Las soluciones no pueden partir de los esfuerzos de un solo Estado, por lo que los mecanismos de cooperación serán claves para coordinar esfuerzos, tanto los regionales (Mercosur, Grupo de Puebla) como los subnacionales (provinciales y municipales). Nuestras instituciones deben estar preparadas para semejante desafío, sabiendo que una enorme cantidad de soluciones serán demandadas; para las cuales será necesario, además de una ingente cantidad de recursos materiales, un espíritu pragmático y de cooperación que permita aunar y potenciar el trabajo mancomunado de todos los argentinos.