El periodista de análisis internacional, Modesto Emilio Guerrero, editó un nuevo trabajo donde analiza en profundidad la situación que atraviesa Venezuela. La publicación "Una revuelta de ricos" se mete en la guerra mediática que lleva adelante la prensa internacional contra el proceso emprendido por el chavismo.
Por Modesto Guerrero // Lunes 21 de julio de 2014 | 10:49
A la burguesía venezolana y al gobierno de Estados Unidos no les importa un pedazo del gobierno, ellos buscan la totalidad del régimen político y el aparato de Estado. Sin esos instrumentos no pueden acceder al control de PDVSA y los yacimientos petroleros.
La oposición y Washington tienen dificultad para convencer al mundo de que Nicolás es un autócrata como Kadaffi, o un tirano como Mubarak. Acuden a la falsificación de imágenes de alto impacto emotivo para legitimar las acciones anti democráticas. Unas muestran las calles plagadas de violencia, mucha violencia. Otras muestran las quemas de todo lo que se pueda, porque la candela produce sensación de desastre. Una tercera serie de imágenes debe mostrar barricadas. Estas sirven para convencer al mundo de que ese país vive una quiebra del poder territorial, que se ha convertido en inviable” y debe ser socorrido por una misión internacional.
La técnica más usual de cadenas como la CNN es amontonar la información, y hacerlo a tal velocidad visual que se convierte en imposible discriminarla, clasificarla, racionalizarla. Eso no impide incluir alguna imagen o voz de alguien del gobierno. La velocidad visual y el contenido previo y posterior del informe en su conjunto se encargan de la tarea sucia. El impacto es demoledor. El único responsable del “desastre” presentado por las imágenes es el gobierno. Esta tramoya periodística se basa en lograr que el cerebro humano sintetice como memoria, por lo menos dos mensajes:
1. El país está lleno de violencia
2. El gobierno reprime a la “sociedad civil”
La cadena televisiva CNN en español se ha especializado en esta técnica de guerra de baja intensidad. Para ello ha tenido la mayor cantidad de experiencias revolucionarias vividas en el mundo durante los últimos 15 años. En esa medida, muchos de sus reporteros y conductores de noticias se convierten en colaboracionistas de matanzas, golpes militares, sediciones anti democráticas.
Para legitimar las acciones de febrero y marzo de 2014, usaron una veintena de imágenes tomadas de sucesos en países tan lejanos como Egipto o Túnez y heridos de escenarios del año anterior en Caracas. Instalaron en millones de personas en el mundo, el impacto emotivo de un gobierno matando indefensos estudiantes opositores. En buena medida lo lograron. Es un triunfo mediático montado sobre una gigantesca estafa construida con una sucesión de mentiras.
Develar la otra verdad, oculta debajo de esa montaña de sensaciones informativas, le costará al gobierno bolivariano una enorme cantidad de recursos y tiempo.
Tiene razón el intelectual y diputado chavista Earle Herrera cuando declaró el 15 de febrero que “Venezuela está frente a una guerra mediática nacional e internacional, que busca descalificar y desacreditar su Gobierno y el país mismo. Es una campaña nunca visto en este país. Esas campañas, alentadas por la derecha venezolana y por agentes externos, buscan dar traste con la Revolución Bolivariana, y es por ello, agregó el parlamentario, Hugo Chávez y Nicolás Maduro han sido los presidentes más atacados” (Asamblea Viva, canal ANTV).
Es una batalla medio difícil, entre otras razones, porque la contra información no fue debidamente acompañada por los gobiernos amigos de Venezuela. Pero también debido al criterio informativo usado por el sistema de medios oficial. Si lo medimos por VTV-Canal 8 y por Telesur, la realidad fue escindida, en sentido inverso a lo que hicieron NTN24 y la CNN. Estas cadenas mostraban las imágenes del desastre para culpar al gobierno de “la represión”. El sistema de medios oficial prefirió no mostrarlos hasta el día 19, imposibilitando la explicación cualitativa del suceso, sus responsables, la cadena de causas que condujeron a la revuelta.
Este error, es apenas, un efecto en el terreno periodístico, de dos fallas conceptuales. Una, no haber previsto lo que estaba previsto y dejarse asaltar por los hechos cuando estos ya eran irreversibles. La otra fue haber establecido la defensa desde la estrategia del “desgaste”. No haber informado correctamente fue instrumental en la estrategia política. Ambas fallas contienen el mismo error de caracterización del fenómeno. Un diagnóstico equivocado puede conducir a una medicina inadecuada.