La designación de Nahuel Sotelo, un ferviente ultracatólico con estrechos lazos con Javier y Karina Milei, como Secretario de Culto y Civilización, marca un giro hacia la consolidación del sector más conservador de La Libertad Avanza en el Ejecutivo. Su nombramiento, más allá de las internas en la Cancillería, revela una estrategia para controlar la narrativa religiosa y cultural del país, en sintonía con la agenda internacional de la derecha.
Redacción EnOrsai // Jueves 29 de agosto de 2024 | 10:43
La reciente designación de Nahuel Sotelo como Secretario de Culto y Civilización bajo el gobierno de Javier Milei ha generado una ola de especulaciones y preocupaciones en diversos sectores de la sociedad argentina. Con tan solo 29 años, Sotelo, quien hasta ahora se desempeñaba como diputado provincial por La Libertad Avanza, se convierte en una figura clave dentro del gobierno libertario, apuntalando la agenda ultraconservadora que Milei ha prometido desde su campaña.
Sotelo no es un nombre desconocido en el círculo político argentino. Desde su juventud, ha estado profundamente involucrado en la política, empezando como parte de la campaña de Alfredo Olmedo en Salta y luego como asesor del concejal rosarino Ariel Cozzoni. En 2021, ingresó a la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires de la mano de José Luis Espert, pero pronto abrazó las ideas de Milei, convirtiéndose en uno de sus hombres de confianza. Es en este contexto que su designación como secretario no debería sorprender, sino que debería ser vista como la culminación de su ascenso meteórico dentro del movimiento libertario.
La creación de la Secretaría de Culto y Civilización, y la elección de Sotelo para liderarla, no es un hecho aislado. Representa un claro intento de La Libertad Avanza por redibujar las líneas de influencia del Estado en las cuestiones religiosas y culturales, imponiendo una narrativa reaccionaria que busca confrontar de manera directa los avances progresistas en temas como derechos humanos, igualdad de género y diversidad cultural.
El hecho de que el organismo ahora se llame Secretaría de Culto y Civilización no es solo un cambio nominal. Esta nueva estructura está diseñada para expandir su influencia más allá del tradicional diálogo interreligioso que caracterizó a sus predecesoras. Aunque los detalles sobre sus nuevas atribuciones aún no son claros, se especula que Sotelo asumirá roles más amplios, tanto en el plano internacional como en el territorio nacional, reforzando el control sobre las políticas de género y derechos humanos en los foros multilaterales donde participa Argentina.
Sotelo llega al gobierno con una agenda marcada por un ferviente catolicismo y un discurso que resonará con la derecha internacional. Sus referencias constantes a figuras como Jair Bolsonaro y Nayib Bukele, así como su rechazo a cualquier avance progresista, lo colocan en el centro de la estrategia de Milei para consolidar un bloque conservador que desafíe abiertamente la Agenda 2030 y otros compromisos internacionales en derechos humanos.
Además de su postura ideológica, Sotelo es reconocido por su habilidad política, una característica que lo diferencia de su predecesor, Francisco Sánchez. A pesar de compartir la misma línea ultraconservadora, Sotelo se ha ganado el respeto dentro de su sector por su capacidad para mantener "buenos modales", una virtud que le ha permitido tender puentes con diversos actores, incluyendo algunos dentro de la Iglesia Católica, a pesar de las tensiones internas.
Sin embargo, su designación también ha encendido las alarmas dentro y fuera de la Cancillería. Diana Mondino, la canciller del gobierno de Milei, ha visto cómo su autonomía se reduce con cada nuevo nombramiento que refuerza la influencia del círculo íntimo de Milei. La llegada de Sotelo es vista por muchos como un movimiento para mantener bajo control las posiciones internacionales de Argentina, evitando cualquier desvío hacia posturas más liberales o "progresistas". En este sentido, Sotelo no solo actuará como un ejecutor de la política exterior conservadora del gobierno, sino también como un guardián del discurso religioso y cultural que Milei busca imponer.
No obstante, Sotelo no se limita a un papel pasivo. Ha demostrado ser un activo impulsor de iniciativas que reviven el espíritu de la "memoria completa", una visión que pretende equiparar los crímenes de la dictadura militar con las acciones de los grupos armados de izquierda. Su libro "Cartas de los '70; el dolor de la otra parte" es un testimonio de su compromiso con esta causa, y su labor como legislador ha estado marcada por propuestas que buscan desmantelar la narrativa oficial sobre los 30.000 desaparecidos y los crímenes de la dictadura. Estas iniciativas, que en otro contexto podrían haber sido marginales, ahora tienen una plataforma poderosa desde la cual se podrán proyectar.
En su nuevo rol, Sotelo también deberá navegar en las aguas turbulentas del ultracatolicismo, un sector dentro de La Libertad Avanza que, aunque influyente, no siempre ha tenido una relación fácil con el resto del gobierno. Los vínculos personales y las alianzas dentro de este grupo jugarán un papel crucial en la efectividad de Sotelo para llevar adelante su agenda. Su amistad con Santiago Santurio y Agustín Romo, así como su relación con Agustín Caulo, actual director nacional de Culto Católico, refuerzan su posición, pero también lo atan a un sector que está siendo observado de cerca por su ideologización extrema.
En conclusión, la designación de Nahuel Sotelo como Secretario de Culto y Civilización marca un punto de inflexión en la política del gobierno de Javier Milei. No es solo un cambio en la estructura administrativa, sino una declaración de intenciones: el Estado argentino se moverá hacia una agenda conservadora, ultracatólica y reaccionaria, con Sotelo como uno de sus principales ejecutores. Su juventud y habilidad política lo convierten en una figura clave para este nuevo capítulo, pero también lo colocan en el centro de una controversia que apenas comienza.
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