La saga financiera de los últimos días es indicativa de los efectos de un modelo dependiente del endeudamiento y la especulación financiera. Sin un cambio de raíz, las zozobras regresarán.
letrap.com.ar // Jueves 17 de mayo de 2018 | 14:43
GANAR TIEMPO
(Por Mariano Kestelboim) Con una adrenalina parecida a la de cualquiera de las series furor de los últimos tiempos, vivimos recientemente la angustia de estar expuestos a la liberalización de la economía nacional. El "súper martes" hizo las veces del último episodio de una temporada, pero no fue el final de la serie. Ya empezó una nueva y seguramente tendrá un desenlace más dramático aun. El modelo nos asegura dramatismo, euforia y sufrimiento.
Tenemos un Gobierno que, a pesar de reconocer la fragilidad de nuestra economía, ha elegido una inserción económica en el mundo ultradependiente del vaivén de los mercados financieros internacionales y del endeudamiento externo. Alejada de la promoción de las actividades productivas menos competitivas de pymes asociadas a la dinámica del mercado interno, crece el componente importado de lo que consumimos y la volatilidad de los mercados. De hecho, los tres primeros años de gobierno de Cambiemos constituirán el trienio más inflacionario desde principios de los 90 (desde diciembre de 2015 y hasta abril de 2018 ya anotó 100,4% de inflación). Esta inestabilidad profundiza la cultura del ahorro en dólares y acrecienta el rendimiento del negocio financiero sobre lo productivo.
En una economía cada vez más desequilibrada por la creciente acumulación de deuda y de déficit externo, el riesgo de no pago de los compromisos asumidos y/o de una nueva devaluación aumenta. Por eso, con estas reglas de juego, el premio para atraer a capitales especulativos debe ser creciente. Ese beneficio se expresa básicamente por la tasa de interés más alta que debemos pagar a quien se arriesga a comprar títulos de deuda pública nacional. La garantía de repago propuesta es la aplicación de políticas económicas de ajuste del consumo, vigiladas por el FMI, de modo de que el país pueda generar algún excedente real para el pago de la deuda o que, al menos, las divisas conseguidas (por nueva deuda) no se gasten tan rápidamente en consumo de bienes y servicios importados sino que sirvan para la entrada y salida veloz de los inversores financieros internacionales, ante cambios en el escenario global. Como en el juego de las sillas, los prestamistas que se la juegan también tienen que estar muy atentos para no quedarse sin su asiento, más allá de que algunos (como el JP Morgan) tengan estrechos vínculos con el Gobierno para salir en condiciones preferenciales.
La saga española "La Casa de papel" es la que más se ajusta a lo que sucede hoy en el país. Los funcionarios nacionales, como los protagonistas de la misma, que debían distraer el mayor tiempo posible a la policía para extender su permanencia en la Casa de la Moneda imprimiendo euros, festejó la renovación de las Lebac y la aceptación de las nuevas condiciones de endeudamiento por parte de los acreedores. Así, consiguieron permanecer en el poder un tiempo más. Pero el modelo, como en la serie, requiere que los protagonistas salgan sí o sí de la casa porque, tarde o temprano, el engaño no podrá resistir.
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— En Orsai (@EnOrsai) 16 de mayo de 2018
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